Plegaria
Sí, mi Señor... Abierta está la herida
del estilete atroz de la lanzada.
Lanza asesina, que tu pecho horada,
hierro cruel que cercenó tu vida.
Fue Longinos la mano deicida
que exterminó el fulgor de tu mirada,
pero a su vez fui yo la fuerza airada
y el brazo ejecutor y fratricida.
Sí, mi Señor, que yo también he sido
verdugo y centurión, lanza cobarde
que hirió tu corazón y tu costado.
Perdóname otra vez, si arrepentido,
postrándome ante Ti, vengo esta tarde
a llorar mi maldad y mi pecado.
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