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CUENCA DE CAMPOS: Paseas por Cuenca de Campos y solo notas el viento...

Paseas por Cuenca de Campos y solo notas el viento soplar en tus orejas cuando paseas por sus calles. Las casas y sus tapiales se desmoronan, gritando al cielo por su abandono, del que no tienen ninguna culpa, ni nadie les ha dado una explicación. Pero aunque todo parece acabado siempre te queda el presentimiento de que aún queda mucho por ver. Tendrán que morir los pueblo para que como el grano de trigo muera y resurja con más bríos o ya hemos tocado fondo y a menos no podemos ir, por lo que no nos queda otra que ir para arriba. En este paseo solo nos acompaña el viento, ese viento acompañado hoy por la nieve, ese viento fiel compañero de nuestra tierra. Sopla por todos los lados y en todas las direcciones. Las montañas rehuyendo cualquier confrontación se retiraron al norte.

Hay casas que quedan en pie, tambaleantes y desafiando a la gravedad desde hace tiempo. Tienen su misterio, guardan experiencias vividas por sus gentes, guardan esos silencios rotos por el sonido del viento, guardan esos adobes que se desprenden... etc. Piensas en otros tiempos, en otros héroes que hoy han pasado a mejor vida empujados por esta sociedad cómoda y acostumbrada al mínimo esfuerzo. De vez en cuando te cruzas con alguna persona mayor, con la bufanda arrebujada a su garganta, avanzando entre la ventisca y adentrándose en la niebla. No hacen falta palabras, los cruces de mirada lo dicen todo. Imaginábamos escenas de otros tiempos, las heladas que caían, los vecinos con sus albarcas, el calor de la lumbre, las interminables tertulias alrededor de la lumbre... etc.

He descubierto la más pura expresión y el valor que existe cuando callamos. El silencio a veces se ahoga o grita según venga el viento. Me he dado cuenta de mi pobre y corta imaginación, dejándome llevar por el entorno, las casas, los doloridos escombros. Me he dado cuenta de todo lo que podemos asimilar y aprender sin hablar, sin ruido, veladamente.

Estoy contento porque he conseguido viajar entre la grandeza de lo simple y sencillo, por un pueblo semiabandonado, pero lleno y repleto de silencio.