ELLOS NOS LOS DIERON TODO
Es grande el número de ancianos que habitan nuestros pueblos y cada vez más.
Estaba hablando con un paisano mío, en una conversación tranquila y nos fueron saliendo los nombres de muchas personas que dejaron honda huella en nuestra persona. Y a medida que hablábamos era como pasear por las calles de nuestro pueblo. Imaginábamos que entrábamos en alguna de las casas. ¿Y qué encontrábamos?. Encontrábamos en las mayoría de los casos ancianos en situaciones difíciles. Cuando digo difíciles quiero decir con sabor a soledad, con enfermedades largas, con dolor y necesidades concretas.
He llegado a pensar que están siendo excluidos por el ritmo que nuestra sociedad del bienestar lleva. Están un poco tirados en la cuneta de este primer mundo. Ya casi ni se quejan, si no estás atento te será difícil escuchar su lamento y eso que aquí el silencio lo llena todo. Hay muy pocos que digan: "paremos el carro, que hay gente que la estamos perdiendo por el camino".
Muchas veces he llegado a sospechar que hemos querido desviar la mirada de situaciones como esta que se viven en los pueblos, para dirigirla a otras cosas más complacientes y agradables. Ahora que se habla tanto de recoger tradiciones, de memoria histórica; dejad que por lo menos diga que cuando menos resulta contradictorio o hiriente que se nos olvide lo más cercano y nunca mejor dicho, lo más nuestro (ellos nos dieron la vida, hicieron los caminos, calles y casas de nuestros pueblos). Lo han dado todo ¿y ahora qué? ¿se han quedado sin nada?; olvidados por esta sociedad egoísta. Muchas veces miramos soluciones para el tercer mundo, sin darnos cuenta que nuestro tercer mundo lo tenemos a la vuelta de la esquina y lo ignoramos. Esta es una muestra de que la hipocresía de esta sociedad va en aumento.
Es grande el número de ancianos que habitan nuestros pueblos y cada vez más.
Estaba hablando con un paisano mío, en una conversación tranquila y nos fueron saliendo los nombres de muchas personas que dejaron honda huella en nuestra persona. Y a medida que hablábamos era como pasear por las calles de nuestro pueblo. Imaginábamos que entrábamos en alguna de las casas. ¿Y qué encontrábamos?. Encontrábamos en las mayoría de los casos ancianos en situaciones difíciles. Cuando digo difíciles quiero decir con sabor a soledad, con enfermedades largas, con dolor y necesidades concretas.
He llegado a pensar que están siendo excluidos por el ritmo que nuestra sociedad del bienestar lleva. Están un poco tirados en la cuneta de este primer mundo. Ya casi ni se quejan, si no estás atento te será difícil escuchar su lamento y eso que aquí el silencio lo llena todo. Hay muy pocos que digan: "paremos el carro, que hay gente que la estamos perdiendo por el camino".
Muchas veces he llegado a sospechar que hemos querido desviar la mirada de situaciones como esta que se viven en los pueblos, para dirigirla a otras cosas más complacientes y agradables. Ahora que se habla tanto de recoger tradiciones, de memoria histórica; dejad que por lo menos diga que cuando menos resulta contradictorio o hiriente que se nos olvide lo más cercano y nunca mejor dicho, lo más nuestro (ellos nos dieron la vida, hicieron los caminos, calles y casas de nuestros pueblos). Lo han dado todo ¿y ahora qué? ¿se han quedado sin nada?; olvidados por esta sociedad egoísta. Muchas veces miramos soluciones para el tercer mundo, sin darnos cuenta que nuestro tercer mundo lo tenemos a la vuelta de la esquina y lo ignoramos. Esta es una muestra de que la hipocresía de esta sociedad va en aumento.