Con verdadera pena he leído la noticia del fallecimiento de Sor Cándida.
Una de las monjas más entrañables, de nuestro pueblo.
Quizás por vecindad, o por las golosinas que me daba a través del torno, cuando era monaguillo y una vez terminada la Misa, la llevaba las vinajeras, Cáliz, y demás sagrados útiles de la celebración de la Santa Misa.
Fuimos a visitarlas en Mayo con Jose, con el fin de ver a su tía Clara, ya fallecida, y persona también muy querida en nuestro pueblo.
Particularmente me acordaba de Sor Encarnación que es de Villacid, pueblo cercano al nuestro, y comentó que Sor Cándida vivía, y se encontraba enferma en la cama, que apenas podía hablar, y ella la hacía caricias en los parpados y la sonreía, como diciéndolas que todavía estaba con ellas, hasta que el Señor la llamase a su lado.
Al principio de este relato, dije por vecindad, porque creo que nació en el barrio de San Juan, en la primera de las viviendas que se veían desde la casa donde nací, y era hermana de Luisa, la mujer de Capillo, como decíamos antes, ya fallecidos.
Una hija de estos es Sarita, que tuve la ocasión de saludarla recientemente.
Puede ser que algún dato de los que cito no sea de todo correcto, al ser recuerdos de mi niñez.
No quisiera despedirme, sin dedicar esto versos de autor anónimo a Sor Cándida.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Descansa en paz Sor Cándida.
Mi más sincero pésame a toda su familia.
Una de las monjas más entrañables, de nuestro pueblo.
Quizás por vecindad, o por las golosinas que me daba a través del torno, cuando era monaguillo y una vez terminada la Misa, la llevaba las vinajeras, Cáliz, y demás sagrados útiles de la celebración de la Santa Misa.
Fuimos a visitarlas en Mayo con Jose, con el fin de ver a su tía Clara, ya fallecida, y persona también muy querida en nuestro pueblo.
Particularmente me acordaba de Sor Encarnación que es de Villacid, pueblo cercano al nuestro, y comentó que Sor Cándida vivía, y se encontraba enferma en la cama, que apenas podía hablar, y ella la hacía caricias en los parpados y la sonreía, como diciéndolas que todavía estaba con ellas, hasta que el Señor la llamase a su lado.
Al principio de este relato, dije por vecindad, porque creo que nació en el barrio de San Juan, en la primera de las viviendas que se veían desde la casa donde nací, y era hermana de Luisa, la mujer de Capillo, como decíamos antes, ya fallecidos.
Una hija de estos es Sarita, que tuve la ocasión de saludarla recientemente.
Puede ser que algún dato de los que cito no sea de todo correcto, al ser recuerdos de mi niñez.
No quisiera despedirme, sin dedicar esto versos de autor anónimo a Sor Cándida.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Descansa en paz Sor Cándida.
Mi más sincero pésame a toda su familia.