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CUENCA DE CAMPOS: Los palomares; estas pequeñas construcciones que salpican...

Los palomares; estas pequeñas construcciones que salpican Tierra de Campos han sido mudos testigos de lo acontecido en estos reinos. Cientos de ellos, desde la época romana, sirvieron para la ayuda a la economnía familiar. Se puede decir que no hay dos iguales. Unos son circulares, cual pequeñas plazas de toros, o cuadrados.... Los hay blancos, marrones, rojizos... De este a oeste se vislumbran por los pueblos y caminos.

Dos provechos han tenido los palomares tradicionalmente: por un lado, la cría del pichón, y por otro, la palomina, uno de los mejores abonos conocidos. Hoy ya nadie lo utiliza. En cuanto al pichón, es el plato típico de la zona.

Muchos palomares están medio derruidos ante la falta de atención, de uso y de dinero para su restauración, a pesar de las subvenciones que se otorgan para mantenerlos en pie. por eso es que nos muestran sus intimidades impúdicamente. La estructura se compone de un patio interior y de ahi parten diferentes muros hasta el exterior. Estos muros tienen multitud de agujeros a modo de nichos, que son los hogares de las palomas. Pero el abandono hace que el palomar se funda con la propia tierra que lo originó.

Lo mejor es ir de pueblo en pueblo y perderse por sus caminos para poder admirar estas construciones. Es la mejor forma de hallar estas joyas rurales de este pedazo de la gran castilla. Como dijo Miguel Delibes: " el palomar rústico de Castilla, principalmente de Tierra de Campos, no solo decora y amuebla el paisaje: lo calienta. Es una referencia en la inmensidad desolada del páramo."

En los años ochenta se inicio un movimiento de recuperación de palomares como símbolo de la Tierra de Campos. Los palomares acompañan al viajero por esta Tierra de Campos. Cobijan con su sombra a las orillas del Camino de Santiago y le recuerdan al Canal de Castilla que no solo él ha dejado de ser útil. Solitario o en grupo, en la tranquilidad de pueblos casi deshabitados, sus hermosas estructuras despiertan admiración. Al menos, el palomar sigue repleto de palomas, esa ave tan denostada en las ciudades que recupera en estos páramos su simbología de paz, condición frágil como el adobe de esta destronada castilla.