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CUENCA DE CAMPOS: Además del calor humano que ya sabemos que es mucho...

Además del calor humano que ya sabemos que es mucho en esta tierra y nunca suficiente, también necesitamos el calor natural que nos producen nuestos sistemas de calefación.

Todos sabemos que en estas tierras de secano cerealista, estos días de invierno la actividad baja. Quizás en alguna ganadería siga la actividad pero normalmente esa actividad será de baja intensidad y alterada con espacios de ocio. Cuanto han cambiado las cosas en el campo de hace cuarenta años para aquí. Antes se buscaban los ratos de ocio entre las cuadras y la trébede. Se aprovechaba para reparar aperos, ordenar almacenes... etc. Se aprovechaba el tiempo para dedicarlo a las relaciones sociales. Eran tiempos en los que la tele no había llegado y las tertulias de amigos, los juegos de mesa, las fiestas de quintos y otras muchas cosas más ocupaban las veladas al pie de la trébede.

Muchos de los jóvenes de hoy en día no conocen la diferencia entre la trébede y la gloria. Son dos sistemas de calefacción derivados de los romanos, pero con algunas diferencias destacadas. La trébede tenía en un lateral la boca por donde se metía la leña y el humero embutido en la pared. Cumplia dos funciones la de calentar y la de cocina para hacer las comidas. Porque en invierno la boca se utilizaba como hogar bajo para cocinar y antes de salir el calor caldeaba el piso alto.

La gloria es totalmente subterránea formada por cañones abovedados con adobe o ladrillo refractario. Todavía se conservan en muchas en varios pueblo y tiene un enrojadero en una habitación contigua, generalmente en un pasillo, portal u ubicación no habitada habitualmente y se cerraba con una tapa. El humero se cerraba mediante una chapa. Se puede decir que la gloria era la aristocracia de la calefación de paja, manojos, madera, mientras que las trébedes eran el símbolo de la más baja condición social.

Al calor de la trébede o de la gloria transcurría el entretenimiento de las vacaciones agrícolas en las largas noches de inviernos. Esas noches tan crudas que cuando nos levántabamos encontrábamos todos los canalones del tejado con "chupateles" y los charcos helados; por lo que aprovechábamos para resbalar por encima de ellos antes de ir al colegio.

La trébede y la gloria han sido testigos mudos de la vida social de un pueblo, además de lugar de encuentro de la familia donde se instalaba la única bombilla de la casa. También servía de ratos de chismorreo de vecinas, donde se sacaban a relucir los trapos sucios o se arreglaba la vida politica municipal o nacional. El caso es que al que más o al que menos se le hacía un traje, pero además sin tomar medidas. Así que íbamos de un guapo, que ni os imaginais.