Con mis mejores deseos, que paséis una buena Semana Santa, y con todo mi cariño para nuestra Virgen de la Soledad, mando un saludo muy especial para Chon Rivero, sus hijos Anselmo, Socorrito, y Luisita, verdaderos guardianes y devotos de esta venerable imagen, así como a todos sus cofrades.
Os dedico esta poesía.
La Dolorosa
Brilló el puñal en la sombra
como una lengua de plata,
y bañó al que nadie nombra
onda de sangre escarlata.
Tu traje de terciopelo
te espejeaba en la penumbra,
cual la bóveda del cielo
si el astro nocturno alumbra.
Tendía la lamparilla
en el verde cortinaje
franjas de seda amarilla
con trasparecía de encaje.
Fuera la lluvia caía
y en los vidrios del balcón
cada estrella relucía
como fú nebre blandón.
Del parque entre los laureles
se oía el viento ladrar,
cual jauría de lebreles
que ve la presa avanzar.
Y sonaban de la alcoba
en el silencio profundo
pasos de alguno que roba,
estertor de moribundo.
Brilló el puñal en la sombra
como una lengua de plata,
y bañó al que nadie nombra
onda de sangre escarlata.
Como la oveja que siente
inflamado su vellón
corre a echarse en una fuente
buscado consolación,
llevada por el arranque
de tu conciencia oprimida,
quisiste en sombrío estanque
despojarte de la vida;
pero saliendo te al paso,
como genio bienhechor,
hice llegar a su ocaso
el astro de tu dolor.
¡Cómo en la sombra glacial
tus ojos fosforecían
y de palidez mortal,
tus mejillas se crubrían!
¡Cómo tus manos heladas
asíanse de mi cuello,
o esparcían levantadas
las ondas de tu cabello!
Arrojándote a mis pies,
me con confesaste después
con la voz de los que gimen,
todo el error de tu crimen,
y mi alma, vaso lleno
de cristiana caridad,
esparcio sobre tu seno
el óleo de su piedad.
J. C
Saludos para todos
Os dedico esta poesía.
La Dolorosa
Brilló el puñal en la sombra
como una lengua de plata,
y bañó al que nadie nombra
onda de sangre escarlata.
Tu traje de terciopelo
te espejeaba en la penumbra,
cual la bóveda del cielo
si el astro nocturno alumbra.
Tendía la lamparilla
en el verde cortinaje
franjas de seda amarilla
con trasparecía de encaje.
Fuera la lluvia caía
y en los vidrios del balcón
cada estrella relucía
como fú nebre blandón.
Del parque entre los laureles
se oía el viento ladrar,
cual jauría de lebreles
que ve la presa avanzar.
Y sonaban de la alcoba
en el silencio profundo
pasos de alguno que roba,
estertor de moribundo.
Brilló el puñal en la sombra
como una lengua de plata,
y bañó al que nadie nombra
onda de sangre escarlata.
Como la oveja que siente
inflamado su vellón
corre a echarse en una fuente
buscado consolación,
llevada por el arranque
de tu conciencia oprimida,
quisiste en sombrío estanque
despojarte de la vida;
pero saliendo te al paso,
como genio bienhechor,
hice llegar a su ocaso
el astro de tu dolor.
¡Cómo en la sombra glacial
tus ojos fosforecían
y de palidez mortal,
tus mejillas se crubrían!
¡Cómo tus manos heladas
asíanse de mi cuello,
o esparcían levantadas
las ondas de tu cabello!
Arrojándote a mis pies,
me con confesaste después
con la voz de los que gimen,
todo el error de tu crimen,
y mi alma, vaso lleno
de cristiana caridad,
esparcio sobre tu seno
el óleo de su piedad.
J. C
Saludos para todos