Hoy siento el peso del abandono mientras suena distorsionada una guitarra de hace veinte años, cuando bebíamos las noches con ojos aún de niño.
Hoy, mientras las paredes desnudas me susurran el poema de las ausencias, vuelvo a los campos que me oyeron crecer igual que yo escuchaba la hierba a la hora de las moscas.
Vienen a verme los muertos y me dicen el poema de las soledades, de un cielo que no llora, de los panes de cuatro bocas que gritan a las manchas de huevo frito en la memoria.
Gritan los acordes desde lo hondo de las bodegas, donde las canciones se van cubriendo de tiempo.
Hoy tengo el alma llena de cirlangas de pena y oigo a los muertos diciendo mi nombre, con la voz de amores que se fueron pudriendo al ritmo lento del vino.
Volveré a la "tiera mal bautizada" donde los tractores borran las palabras que escribí sobre el polvo de los caminos.
Hoy, mientras las paredes desnudas me susurran el poema de las ausencias, vuelvo a los campos que me oyeron crecer igual que yo escuchaba la hierba a la hora de las moscas.
Vienen a verme los muertos y me dicen el poema de las soledades, de un cielo que no llora, de los panes de cuatro bocas que gritan a las manchas de huevo frito en la memoria.
Gritan los acordes desde lo hondo de las bodegas, donde las canciones se van cubriendo de tiempo.
Hoy tengo el alma llena de cirlangas de pena y oigo a los muertos diciendo mi nombre, con la voz de amores que se fueron pudriendo al ritmo lento del vino.
Volveré a la "tiera mal bautizada" donde los tractores borran las palabras que escribí sobre el polvo de los caminos.