Cuantos guardáis la tímida inocencia
Que a la esperanza y al amor convida;
Los que en el alma la impalpable esencia
De su primer amor lloráis perdida;
Cuantos con dolorosa indiferencia
Vais apurando el cáliz de la vida;
Todos llegad, y bajo el bosque umbrío
Sentid las noches del ardiente Estío.
Las del tirano amor desengañadas,
Pálidas y dulcísimas doncellas,
Vosotras que lloráis desconsoladas
Sólo el delito de nacer tan bellas;
Mirad entre las nubes sosegadas
Cómo cruzan el cielo las estrellas;
Que no hay duda, ni afán, ni desconsuelo
Que no se calme contemplando el cielo.
Y tú, tierna a mi voz, blanca hermosura,
Fuente de virginal melancolía,
Más hermosa a mis ojos y más pura
Que el rayo azul conque despunta el día;
Corazón abrasado de ternura,
Espíritu de amor y de armonía,
Ven y derrama en el tranquilo viento
El ámbar delicado de tu aliento.
La dulce vaguedad que me enajena
Aumenta la inquietud de mi deseo;
Tu voz perdida en el ambiente suena;
Donde mis ojos van tu sombra veo
De amor y afán mi corazón se llena,
Porque en tu amor y en mi esperanza creo;
Y así suspende el sentimiento mío
La tibia noche del ardiente Estío.
Noche serena y misteriosa, en donde
Dormido vaga el pensamiento humano,
Todo a los ecos de tu voz responde,
La mar, el monte, la espesura, el llano;
Acaso Dios entre tu sombra esconde
La impenetrable luz de algún arcano;
Tal vez cubierta de tu inmenso velo
Se confunde la tierra con el cielo.
J. S
Que a la esperanza y al amor convida;
Los que en el alma la impalpable esencia
De su primer amor lloráis perdida;
Cuantos con dolorosa indiferencia
Vais apurando el cáliz de la vida;
Todos llegad, y bajo el bosque umbrío
Sentid las noches del ardiente Estío.
Las del tirano amor desengañadas,
Pálidas y dulcísimas doncellas,
Vosotras que lloráis desconsoladas
Sólo el delito de nacer tan bellas;
Mirad entre las nubes sosegadas
Cómo cruzan el cielo las estrellas;
Que no hay duda, ni afán, ni desconsuelo
Que no se calme contemplando el cielo.
Y tú, tierna a mi voz, blanca hermosura,
Fuente de virginal melancolía,
Más hermosa a mis ojos y más pura
Que el rayo azul conque despunta el día;
Corazón abrasado de ternura,
Espíritu de amor y de armonía,
Ven y derrama en el tranquilo viento
El ámbar delicado de tu aliento.
La dulce vaguedad que me enajena
Aumenta la inquietud de mi deseo;
Tu voz perdida en el ambiente suena;
Donde mis ojos van tu sombra veo
De amor y afán mi corazón se llena,
Porque en tu amor y en mi esperanza creo;
Y así suspende el sentimiento mío
La tibia noche del ardiente Estío.
Noche serena y misteriosa, en donde
Dormido vaga el pensamiento humano,
Todo a los ecos de tu voz responde,
La mar, el monte, la espesura, el llano;
Acaso Dios entre tu sombra esconde
La impenetrable luz de algún arcano;
Tal vez cubierta de tu inmenso velo
Se confunde la tierra con el cielo.
J. S