Luz ahora 0,12714 €/kWh

CUENCA DE CAMPOS: VÍA LÁCTEA...

VÍA LÁCTEA
Después de la creación del mundo, Dios puso en la Tierra, una bella mujer joven y a su cuidado confió todos los pájaros que vuelan sobre el cielo. Era Lindú, hija de Ukko, que conocía la ruta de todas las aves emigrantes: de donde vienen en primavera, y adonde se dirigen en otoño. También designaba a cada cual el sítio en que había de habitar.
Como una flor bajo las gotas de rocío, así aparecía Lindú en medio de sus pajarillos.
Y todos los jóvenes se enamoraban de ella y la solicitaban por esposa.
Un día llegó la estrelle del Norte en un gran carro arrastrado por seis caballos oscuros y trajo diez presentes. Lindú respondió:
-Tú debes estar siempre en el mismo sítio, sin moverte de él.
La Estrella Polar tuvo que volverse por donde habia llegado.
Se presentó después la Luna en un carro de plata tirado por diez caballos morenos y trajo veinte presentes. Lindú dijo tristemente:
- ¡Oh, Luna, tú eres demasiado cambiante! Sigue tu viejo camino.
Y la luna se marchó. Poco después llegaba el Sol. Avanzaba en un carro de oro tirado por veinte áureos caballos rojos y traía con él treinta presentes. Tanto esplendor y magnificéncia no conmovieron a Lindú.
-No puedo amarte Sol, sigue tu viejo camino. Y el Sol recogió sus treinta regalos y se volvió en su carro arrastrado por veinte caballos de oro rojo.
Por fin, a media noche, se presentó la Aurora Boreal. Venía en un carro de diamantes arrastrado por un millar de corceles blancos. Su llegada fue tan esplendorosa que Lindú se sintió deslumbrada, tanto, que aceptó a la Aurora Boreal por esposo.
Tú no estás fijo siempre, ni sigues el mismo camino-le dijo-. Y cada vez te presentas con un nuevo esplendor y nueva magnificéncia. Me convienes y tu esposa he de ser.
La promesa se celebró con gran júbilo. Pero el Sol, la Luna, y la Estrella Polar contemplaban estas fiestas con gran tristeza y envidiaban la felicidad de la Auroro Boreal.
Esta, que estaba obligada a volver al Norte a media noche, tuvo que partir y se despidió hasta el día de la boda.
-Mientras espero prepararé mi vestido de novia-dijo Lindú.
Empezaron a pasar los días. El novio no llegaba. Se terminó el invierno y después la primavera: Granaron los trigos y continuaba la espera de la novia. Después de muchos meses comenzó a sentirse angustiada, a llorar y a lamentarse.
Vestida de blanco, con su largo velo de tul y su corona de flores, pasaba las horas sentada cerca del arroyo. A su alrededor volavan los pajarillos, arrullándola con sus cantos.
Llegó el otoño y las aves emigrantes, sin los cuidados de Lindú, no sabían qué hacer, ni donde dirigirse. Por su parte Ukko, viendo el sufrimiento de la muchacha, llamó a los vientos y les rogó:-Por favor llevaos a mi hija; libradla de las miserias de este mundo.
Una tarde, cuándo el Sol teñia de rojo las hojas ya caducas de los árboles, y el, otoño henchía de serenidad el mundo, los vientos tomaron dulcemente a Lindú y, sin que ella lo advirtiera, la subieron y la depositaron en el firmamento, en el cielo azúl.
Desde entonces Lindú habita en un maravilloso palacio celestial. Su blanco velo de desposada se extiende de una a otra extremidad del cielo y así se ve en las noches profundas. Desde allí dirige a las aves emigrantes en sus largos viajes, y a medianoche levanta los brazos y saluda a la Aurora Boreal.
Cuándo llegó el invierno, la Aurora Boreal vino a visitarla y a recordarla su promesa. Mas ella ya no podía moverse de allí, del sítio en donde la vemos con su largo velo blanco, llamada por los hombres, la Vía Láctea.