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CUENCA DE CAMPOS: LA SOBREMESA, AMENAZADA...

LA SOBREMESA, AMENAZADA

Por ahora se está librando el café, pero la persecución contra el tabaco y contra el alcohol arrecia. El café creo que pone muy nerviosas a las personas que ya lo son; el humo del tabaco es cierto que te asciende la mano y el alcohol, en su proporción debida, alegra el corazón. Hay una verdadera batalla contra la sobremesa.

Fumar es malo para la salud, pero sólo para la salud. Para todo lo demás es buenísimo. A muchos nos es necesario en indeterminadas ocasiones, pero después de comer nos es imprescindible. A veces nos hace más falta que el comer. A los que tenemos ese arriesgado y antihigiénico hábito nos quieren recluir en un gueto. La prohibición arruinará no sólo al Ministerio de Hacienda, que recauda enormes sumas gracias a los proscritos fumadores, sino a muchos restaurantes. ¿Cómo puede lograrse una buena sobremesa y una buena conversación a base de chicle y agua? El chicle exige un esfuerzo mandibular sin recompensa y el consumo de agua en la digestión no viene a cuento, aunque según Mark Twain, el agua si se bebe con moderación no tiene por qué ser dañina.

Comprendo mejor la campaña antietílica. No sólo eso, sino que la encuentro acertadísima. Los accidentes de tráfico han bajado a cifras de hace 17 años. Si se bebe no se conduce. Debe conducir otro y debe beber el que le guste. Ya hay en algunas ciudades un servicio de chóferes abstemios empedernidos que recogen, por una moderada cantidad de dinero, a las personas que detestan irse a su casa con una copa de menos. Las cuantiosas multas y la retirada del carné han contribuido a que muchos entiendan que es necesario escoger. Yo lo entendí desde hace mucho. A pesar de que no me he embriagado en mi larga vida, me retiró de la conducción el alcoholímetro, o el alcoholómetro o como se llame. Entre las dos formas de soplar elegí la que en mi criterio ofrece una mayor satisfacción.

Pronto veremos, a la salida de los bares y de los restaurantes, un corrillo de fumadores que estaban deseando acabar de comer para encender un cigarro. Y junto a ellos, un señor muy serio: es el que conduce.