"EL GATO"
Venido quien sabe de donde, o porqué, un día, como salido de la nada, apareció en mi casa un pequeño gato negro, y se instaló en ella sin esperar a tener mi permiso. De largos pelos, y ojos vivaces, fue, con sus adtitudes cariñosas, ganándose un lugar en mi vida, a tal punto que llegó a límites tan insospechados, com el de dormír a los pies de mi cama.
Mi peludo despertador mañanero, parecía conocer mis horarios, y me despertaba jugando, esperando que le tomara entre mis manos y le acariciara agradecido.
Él era quien esperaba mi regreso, y la silente compañía de mis noches de desvelos, y yo, agradecido que conpartiera mi soledad, le dejaba trepar, y fingiendo que me molestaba su ronroneo, me hacía rogar las carícias que después entregaba a su negro pelo.
Una noche que regresé a casa más tarde que de costumbre, me llamó la atención de que no estuviera esperándome, pero pensé que debía de haber salido por la ventana que, prudentemente no olvidaba dejar abierta.
Esperé largo rato leyendo, y cuándo me aprestaba a dormir, unos maullidos lastimeros me hicieron saltar de la cama. Allí estaba mi gato, herido y lleno de magullones, se había aventurado a conocer el mundo, y este, le había tratado con la agresión que lo caracteriza.
Le prodigué mis mejores cuidados, y cuándo partí por la mañana, me pareció que se sentía mejor; ese día regresé temprano, pero por más que busqué por todos lados, mi gato no estaba, se había ido, y con el paso de las horas comprendí que por su amor hacia mí, se fue a morír lejos, evitándome así la dolorosa tarea de sepultarle.
Hoy ya ha pasado mucho tiempo desde aquello, mi gato es sólo el recuerdo que guardo de álguien que me amó, pero aún piendo en el ejemplo que nos dan los animales, a nosotros, los seres humanos, ya que ellos, antes de producir un dolor a quien aman, prefieren irse lejos.... muy lejos.
Venido quien sabe de donde, o porqué, un día, como salido de la nada, apareció en mi casa un pequeño gato negro, y se instaló en ella sin esperar a tener mi permiso. De largos pelos, y ojos vivaces, fue, con sus adtitudes cariñosas, ganándose un lugar en mi vida, a tal punto que llegó a límites tan insospechados, com el de dormír a los pies de mi cama.
Mi peludo despertador mañanero, parecía conocer mis horarios, y me despertaba jugando, esperando que le tomara entre mis manos y le acariciara agradecido.
Él era quien esperaba mi regreso, y la silente compañía de mis noches de desvelos, y yo, agradecido que conpartiera mi soledad, le dejaba trepar, y fingiendo que me molestaba su ronroneo, me hacía rogar las carícias que después entregaba a su negro pelo.
Una noche que regresé a casa más tarde que de costumbre, me llamó la atención de que no estuviera esperándome, pero pensé que debía de haber salido por la ventana que, prudentemente no olvidaba dejar abierta.
Esperé largo rato leyendo, y cuándo me aprestaba a dormir, unos maullidos lastimeros me hicieron saltar de la cama. Allí estaba mi gato, herido y lleno de magullones, se había aventurado a conocer el mundo, y este, le había tratado con la agresión que lo caracteriza.
Le prodigué mis mejores cuidados, y cuándo partí por la mañana, me pareció que se sentía mejor; ese día regresé temprano, pero por más que busqué por todos lados, mi gato no estaba, se había ido, y con el paso de las horas comprendí que por su amor hacia mí, se fue a morír lejos, evitándome así la dolorosa tarea de sepultarle.
Hoy ya ha pasado mucho tiempo desde aquello, mi gato es sólo el recuerdo que guardo de álguien que me amó, pero aún piendo en el ejemplo que nos dan los animales, a nosotros, los seres humanos, ya que ellos, antes de producir un dolor a quien aman, prefieren irse lejos.... muy lejos.