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"LAGUNA DEL PREGONERO"
Recorro tus orillas y sin querer
me he visto en el espejo.
Ahora sí que comprende mi andadura,
los estragos del tiempo.
La gallinica ciega se esconde en la espadaña
con todos sus polluelos,
y las carpas esperan el santo advenimiento.
¡Qué turba de recuerdos!.
Por más que miro al agua, no veo el reverbero
de aquella torre alta de San Mamés,
que un día le robaron a tu amarillo seno.
¿Dónde están las campanas
con sus toques de fiesta
con sus toques de muerto?.
¿Dónde las tencas de verde, plateado cuerpo?.
Te creí el agua mansa
que apagaba la llama del bronce mensajero.
Tranquila te pensára laguna,
si no me torturase un mal recuerdo.
¿Por qué hundiste en tu lodo
a dos amaneceres tan espléndidos?.
Llegaron de las eras estos jóvenes
con ánimo de lavar sus cuerpos,
mas tú les sepultaste
en ese tu vientre negro.
Terrible tarde.
¡Doliente noche para todo el pueblo!
También ahogaste el duende,
la pasión, el incéndio
de aquellos martinetes
que a golpe de martillo sobre el yunque,
en sus fraguas cantaban los herreros.
¡envidiables herreros!
La golondrina sigue
bebiendo en sus reflejos
sustáncias de esta villa,
en el azul de su cielo.
Recorro tus orillas y sin querer
me he visto en el espejo.
Ahora sí que comprende mi andadura,
los estragos del tiempo.
La gallinica ciega se esconde en la espadaña
con todos sus polluelos,
y las carpas esperan el santo advenimiento.
¡Qué turba de recuerdos!.
Por más que miro al agua, no veo el reverbero
de aquella torre alta de San Mamés,
que un día le robaron a tu amarillo seno.
¿Dónde están las campanas
con sus toques de fiesta
con sus toques de muerto?.
¿Dónde las tencas de verde, plateado cuerpo?.
Te creí el agua mansa
que apagaba la llama del bronce mensajero.
Tranquila te pensára laguna,
si no me torturase un mal recuerdo.
¿Por qué hundiste en tu lodo
a dos amaneceres tan espléndidos?.
Llegaron de las eras estos jóvenes
con ánimo de lavar sus cuerpos,
mas tú les sepultaste
en ese tu vientre negro.
Terrible tarde.
¡Doliente noche para todo el pueblo!
También ahogaste el duende,
la pasión, el incéndio
de aquellos martinetes
que a golpe de martillo sobre el yunque,
en sus fraguas cantaban los herreros.
¡envidiables herreros!
La golondrina sigue
bebiendo en sus reflejos
sustáncias de esta villa,
en el azul de su cielo.