EL PAN
En nombre del Padre de toda armonía,
que amasa los hombres, los astros, las cosas,
yo elevo la hostia del pan, que es poesía,
comunión de espigas y gracia de rosas.
Es el sacrifício sublime que calla;
la hoz lo destroza, lo trilla la era,
los puños le imprimen terrible batalla,
y el horno hace místico su ser en la hoguera.
Pero el que percibe del pan la fragancia,
ha de trabajarlo para merecerla;
no basta a los hombres comer su sustáncia;
han de hacerse dignos tambien de comerla.
El pan no se tira, se besa; es sol rubio;
es Dios hecho espigas y ardientes trigales;
es luz de la copa del sol, que en diluvio
se vuelca y desata sus libres raudales.
Nadie al pan ultraje, que es cosa sagrada;
yo, cuando a mi boca gozoso lo llevo,
pienso, fascinado, que es hostia dorada,
y, cual sacerdote que oficia, lo elevo.
Ganar el pan noble de todo redime;
él ata la suma de cien maravillas;
su cuerpo es presente tan alto y sublime,
que el pan se debiera comer de rodillas.
Más sabe una espiga que todos los sabios;
tiene mágia eterna la luz de su brillo;
¡entra, oh rubia forma de trigo, en mis labios,
y hazme noble, y alegre, y sencillo!.
S. R.
En nombre del Padre de toda armonía,
que amasa los hombres, los astros, las cosas,
yo elevo la hostia del pan, que es poesía,
comunión de espigas y gracia de rosas.
Es el sacrifício sublime que calla;
la hoz lo destroza, lo trilla la era,
los puños le imprimen terrible batalla,
y el horno hace místico su ser en la hoguera.
Pero el que percibe del pan la fragancia,
ha de trabajarlo para merecerla;
no basta a los hombres comer su sustáncia;
han de hacerse dignos tambien de comerla.
El pan no se tira, se besa; es sol rubio;
es Dios hecho espigas y ardientes trigales;
es luz de la copa del sol, que en diluvio
se vuelca y desata sus libres raudales.
Nadie al pan ultraje, que es cosa sagrada;
yo, cuando a mi boca gozoso lo llevo,
pienso, fascinado, que es hostia dorada,
y, cual sacerdote que oficia, lo elevo.
Ganar el pan noble de todo redime;
él ata la suma de cien maravillas;
su cuerpo es presente tan alto y sublime,
que el pan se debiera comer de rodillas.
Más sabe una espiga que todos los sabios;
tiene mágia eterna la luz de su brillo;
¡entra, oh rubia forma de trigo, en mis labios,
y hazme noble, y alegre, y sencillo!.
S. R.