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CUENCA DE CAMPOS: EL ASILO. HAY QUE CERRAR LA PUERTA....

EL ASILO. HAY QUE CERRAR LA PUERTA.

Esto es una reflesión sobre lo que pueden pasar nuestros mayores antes de abandonar su casa de toda la vida para meterse en un asilo.

El pobre hombre cerrará la puerta con llave y se las dejará a algún familiar o en su defecto a algún amigo o vecino con el que se llevara bien. Montará en el coche unos pocos recuerdos de los muchos que tiene y seguirá rumbo a su destino final. Pero cuando pase por el cartel anunciador del pueblo, volverá la vista y se le humedecerán los ojos. Pero se aguantará para que no se le salten las lágrimas. A pesar del frío helador que hacía, no había temperatura que helara más la sangre que ver emigrar a todos y morir a los más cercanos. Allí los deja en el Camposanto, a su suerte, sin nadie que les quite los hierbajos y saque brillo a las losas.

El hombre resopla y lanza vaho al Cierzo, ese aire que arrecia como siempre pero que le pertenece por derecho propio. Él lo fue todo en su remanso rural. Se quiso resistir en una isla rural donde ya casi ni llegaba el panadero con su furgoneta. Todo era tranquilo, roto y abandonado; pero el nunca quiso irse a la ciudad. Siempre decía: " No me voy ni arrastras". Siempre recibía a los que habían emigrado como si no se hubieran marchado nunca. Todos los días atendía a sus animales, que tenía por entretenimiento. Cultivaba una pequeña huerta y salía de caza si era la época. Y cuando el frío arreciaba se metía entre pecho y espalda un copazo de buen orujo. Se paseaba por las calles del pueblo con su fiel perro al que le contaba cosas de otros tiempos que el perro no conoció. Llegada la noche se abrigaba al calor de la lumbre si era invierno o se sentaba a la fresca si hacía calor. Momentos en los que se relajaba y recordaba sus tiempors mozos. Recordaba el ir y venir de las mozas a la fuente, cuando iba a la escuela, los líos que se metía por ir a correr uvas... etc

Pero todo aquello pasó. Ahora que ya el coche se dirijia a la residencia de ancianos empezó a preguntarse: ¿qué hemos hecho mal?, ¿de quién es la culpa, para que acabemos así?, correrán otros la misma suerte que yo?. Todo esto se preguntaba esbozando una triste sonrisa.