... Siguiendo con la judiada. Os anexo (si el sistema no me falla -es una copia chunga -) una bella historia de un Manuscrito Sefardita encontrado en Loncres por un médico de Zaragoza. Nada que ver con Cuenca, pero es una historia la que se narra en el manuscrito, que pudo ocurrir en cualquier sitio durante el final del siglo XV. A los que os interesen estos temas os gustará. Buscarlo en el Google como "Manuscrito Sefardita" son solamente doce páginas.
OS ANEXO COMO SE PRODUJO EL HALLAZGO
El Manuscrito es un "Exodo" del siglo XV, una historia triste y lastimera que nunca más se debe repetir. Los judíos fueron expulsados
de Zaragoza sin ninguna contemplación. Aquí quedaron sus casas, sus enseres más queridos, sus recuerdos. Aquí dejaron, en
muchas ocasiones, su vida. Sin embargo lo único que nos quedó de ellos son los baños judíos del Coso y su historia, nuestra historia
quebrada y dolorida. También permaneció el espacio en el que vivieron, el mágico espacio de nuestro Casco Antiguo, en donde al
tocar alguna piedra y cerrar los ojos, quizás sintamos los aires romanos y godos, quizás los judíos y musulmanes o acaso las
vibraciones de la cañonería de Felipe II o de Napoleón. Pasear por nuestro Casco Histórico es darse una vuelta por la Historia y
sobre todo, por las vidas de aquellos convecinos que nos precedieron, muchos de ellos viviendo la guerra, el dolor, o como en el
caso de Samuel Benachá, el odio, el racismo y el desarraigo más terrible. Sus lágrimas caen sobre nuestras conciencias como si
fueran fuego.
Zaragoza. 2003
Lo encontré por casualidad, por una de esas extrañas casualidades que casi te hacen creer en el destino. Con motivo de un
congreso de pediatría me encontraba en Londres. Fue un viaje relámpago de dos días; pura ciencia por la mañana y ocio cultural
por la tarde. Recuerdo que era otoño, un típico día londinense de húmeda y densa niebla. Paseaba entre Trafalgar Square y
Westminster cerca de la Iglesia de Saint James, cuando reparé en una callejuela en la que se encontraba una librería muy
destartalada. Se leía "Book Shop" en unas letras redondeadas, en azul vivo, sobre un fondo de despintada madera. Mi curiosidad se
destapó y me acerqué; el vaho de mi aliento me precedía como una especie de nube mágica.
La regentaba un viejecillo de puntiaguda barba grisácea y ojos despiertos e indagadores, quien, al abrir yo la puerta y sonar,
tenuemente, una campanilla, volvió su mirada hacia mí sonriente. Estaba apoyado sobre un pequeño mostrador leyendo un
periódico antiguo, de papel amarillento, tipo sábana. Le saludé en inglés pero el, de inmediato, me contestó: "Es usted español,
¿no?"; su acento no era anglosajón en absoluto, el "deje" quizás sonara argentino o uruguayo. Sonreí; pensé cómo era posible que en
dos palabras se notara tanto que yo no era inglés. Le dije que sí y le comenté que estaba en Londres por mi profesión y que sólo
permanecería un par de días. Distraídamente dibujé una mirada circular sobre todo lo que me rodeaba. Era impresionante. El
espacio era mayor de lo que, aparentemente, presuponía la pequeña puerta. Las paredes estaban llenas de estanterías de madera
con
infinidad de libros apilados longitudinalmente unos y transversalmente otros, libros viejos, ningún "best-seller" se destacaba entre
ellos. Al fondo, una cortina granate cerraba la estancia, otorgando al lugar un aire aún más misterioso.
"Que desea"- me dijo el viejecillo
"Pues nada en particular, soy aficionado a los libros y me ha intrigado su librería"- le contesté
"Je, je, je," -rió-. "Pues mire, mire, seguro que encuentra algo de su interés, los libros en castellano están ahí"- señaló con un dedo
extrañamente delgado.
Hacia un rincón de la librería me dirigí y comencé a ojear aquellas obras, cuya inmensa mayoría eran desconocidas para mí, de
reojo miré al viejecillo, que se enfrascaba de nuevo en la lectura del viejo diario. No tardé mucho tiempo, soy enormemente
despistado, en darme cuenta que casi todos los autores eran judíos y las fechas de impresión anteriores a 1850, me sorprendí, volví
a mirar al viejecillo para cerciorarme si llevaba sobre la coronilla el gorrillo típico o kipá judío, pero ví que no era así. De repente
abrí un tomo encuadernado en vetusta piel. En la primera página
leí: "Mis días en Zaragoza" (Sobre un manuscrito de Samuel Benachá.
Jerusalén 1494) por D. Elmalen. Buenos Aires 1834.
file:///C|/Documents and Settings/esterdav/Escritorio/j uderias/manuscrito_sefardita. htm (1 of 12) 26/11/2007 12:27:43
Inmediatamente quedé sustraído a la lectura de aquella joya que trataba sobre mi ciudad, aunque en seguida comprendí que no
era el lugar más adecuado para relajarme con ella. Con el libro en la mano fui hacia el mostrador en donde el librero leía
ensimismado.
"Ejem, perdón, me interesa mucho este libro"- le dije
"Ah, vaya, ¿es usted judío?"- me dijo como invitándome a
responder afirmativamente.
"Pues no, pero soy de Zaragoza y el libro trata de allí"-repuse casi pidiendo perdón
" ¡Qué lástima! Bueno que más da.... Este, el precio es de 200
libras"- expuso suponiendo que me iría silbando
No lo pensé, saqué el dinero de la cartera y lo dejé sobre el
mostrador.
"Adios, muchas gracias"- balbuceé
Al abrir la puerta un discreto "Good afternoon" se sobrepuso al ruido de la campanilla. Caía ya la noche en Londres y volví sobre mis
pasos, rodeé St. James Park, rumbo a Victoria Street pues allí se encuentra The Albert, uno de los pubs más conocidos de la zona.
Mi mente estaba puesta en aquel tesoro que llevaba bajo el brazo y qué mejor manera de comenzar su lectura al abrigo de un
cálido local y con una pinta de "Guinnes" sobre la mesa.
El frío me hizo acelerar el paso y subirme el cuello del abrigo, la niebla se espesaba por momentos y entre en "The Albert"
suspirando. No había mucha gente, pedí mi cerveza y me senté en una pequeña mesa, junto a un ventanal esmerilado, miré hacia
una farola que difícilmente se distinguía y que otorgaba a la niebla sorprendentes reflejos. Abrí el libro con cierta melancolía....
Feliz lectura, saludos y algún comentario si queréis...
OS ANEXO COMO SE PRODUJO EL HALLAZGO
El Manuscrito es un "Exodo" del siglo XV, una historia triste y lastimera que nunca más se debe repetir. Los judíos fueron expulsados
de Zaragoza sin ninguna contemplación. Aquí quedaron sus casas, sus enseres más queridos, sus recuerdos. Aquí dejaron, en
muchas ocasiones, su vida. Sin embargo lo único que nos quedó de ellos son los baños judíos del Coso y su historia, nuestra historia
quebrada y dolorida. También permaneció el espacio en el que vivieron, el mágico espacio de nuestro Casco Antiguo, en donde al
tocar alguna piedra y cerrar los ojos, quizás sintamos los aires romanos y godos, quizás los judíos y musulmanes o acaso las
vibraciones de la cañonería de Felipe II o de Napoleón. Pasear por nuestro Casco Histórico es darse una vuelta por la Historia y
sobre todo, por las vidas de aquellos convecinos que nos precedieron, muchos de ellos viviendo la guerra, el dolor, o como en el
caso de Samuel Benachá, el odio, el racismo y el desarraigo más terrible. Sus lágrimas caen sobre nuestras conciencias como si
fueran fuego.
Zaragoza. 2003
Lo encontré por casualidad, por una de esas extrañas casualidades que casi te hacen creer en el destino. Con motivo de un
congreso de pediatría me encontraba en Londres. Fue un viaje relámpago de dos días; pura ciencia por la mañana y ocio cultural
por la tarde. Recuerdo que era otoño, un típico día londinense de húmeda y densa niebla. Paseaba entre Trafalgar Square y
Westminster cerca de la Iglesia de Saint James, cuando reparé en una callejuela en la que se encontraba una librería muy
destartalada. Se leía "Book Shop" en unas letras redondeadas, en azul vivo, sobre un fondo de despintada madera. Mi curiosidad se
destapó y me acerqué; el vaho de mi aliento me precedía como una especie de nube mágica.
La regentaba un viejecillo de puntiaguda barba grisácea y ojos despiertos e indagadores, quien, al abrir yo la puerta y sonar,
tenuemente, una campanilla, volvió su mirada hacia mí sonriente. Estaba apoyado sobre un pequeño mostrador leyendo un
periódico antiguo, de papel amarillento, tipo sábana. Le saludé en inglés pero el, de inmediato, me contestó: "Es usted español,
¿no?"; su acento no era anglosajón en absoluto, el "deje" quizás sonara argentino o uruguayo. Sonreí; pensé cómo era posible que en
dos palabras se notara tanto que yo no era inglés. Le dije que sí y le comenté que estaba en Londres por mi profesión y que sólo
permanecería un par de días. Distraídamente dibujé una mirada circular sobre todo lo que me rodeaba. Era impresionante. El
espacio era mayor de lo que, aparentemente, presuponía la pequeña puerta. Las paredes estaban llenas de estanterías de madera
con
infinidad de libros apilados longitudinalmente unos y transversalmente otros, libros viejos, ningún "best-seller" se destacaba entre
ellos. Al fondo, una cortina granate cerraba la estancia, otorgando al lugar un aire aún más misterioso.
"Que desea"- me dijo el viejecillo
"Pues nada en particular, soy aficionado a los libros y me ha intrigado su librería"- le contesté
"Je, je, je," -rió-. "Pues mire, mire, seguro que encuentra algo de su interés, los libros en castellano están ahí"- señaló con un dedo
extrañamente delgado.
Hacia un rincón de la librería me dirigí y comencé a ojear aquellas obras, cuya inmensa mayoría eran desconocidas para mí, de
reojo miré al viejecillo, que se enfrascaba de nuevo en la lectura del viejo diario. No tardé mucho tiempo, soy enormemente
despistado, en darme cuenta que casi todos los autores eran judíos y las fechas de impresión anteriores a 1850, me sorprendí, volví
a mirar al viejecillo para cerciorarme si llevaba sobre la coronilla el gorrillo típico o kipá judío, pero ví que no era así. De repente
abrí un tomo encuadernado en vetusta piel. En la primera página
leí: "Mis días en Zaragoza" (Sobre un manuscrito de Samuel Benachá.
Jerusalén 1494) por D. Elmalen. Buenos Aires 1834.
file:///C|/Documents and Settings/esterdav/Escritorio/j uderias/manuscrito_sefardita. htm (1 of 12) 26/11/2007 12:27:43
Inmediatamente quedé sustraído a la lectura de aquella joya que trataba sobre mi ciudad, aunque en seguida comprendí que no
era el lugar más adecuado para relajarme con ella. Con el libro en la mano fui hacia el mostrador en donde el librero leía
ensimismado.
"Ejem, perdón, me interesa mucho este libro"- le dije
"Ah, vaya, ¿es usted judío?"- me dijo como invitándome a
responder afirmativamente.
"Pues no, pero soy de Zaragoza y el libro trata de allí"-repuse casi pidiendo perdón
" ¡Qué lástima! Bueno que más da.... Este, el precio es de 200
libras"- expuso suponiendo que me iría silbando
No lo pensé, saqué el dinero de la cartera y lo dejé sobre el
mostrador.
"Adios, muchas gracias"- balbuceé
Al abrir la puerta un discreto "Good afternoon" se sobrepuso al ruido de la campanilla. Caía ya la noche en Londres y volví sobre mis
pasos, rodeé St. James Park, rumbo a Victoria Street pues allí se encuentra The Albert, uno de los pubs más conocidos de la zona.
Mi mente estaba puesta en aquel tesoro que llevaba bajo el brazo y qué mejor manera de comenzar su lectura al abrigo de un
cálido local y con una pinta de "Guinnes" sobre la mesa.
El frío me hizo acelerar el paso y subirme el cuello del abrigo, la niebla se espesaba por momentos y entre en "The Albert"
suspirando. No había mucha gente, pedí mi cerveza y me senté en una pequeña mesa, junto a un ventanal esmerilado, miré hacia
una farola que difícilmente se distinguía y que otorgaba a la niebla sorprendentes reflejos. Abrí el libro con cierta melancolía....
Feliz lectura, saludos y algún comentario si queréis...