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CUENCA DE CAMPOS: EL SUEÑO DE GIRALTE...

EL SUEÑO DE GIRALTE

Lo cierto es que no corrían buenos tiempos para FRANCISCO GIRALTE. Atrás quedaban los tiempos en que fue agasajado en la contemplación de su fino retablo durante el viaje a Madrid del Emperador Carlos V y su corte para la solemne la inauguración de la capilla del Obispo.
O cuando el cabildo toledano en pleno inauguró el soberbio coro de la catedral primada donde él había sido el oficial por excelencia y el hombre de confianza de Berruguete.
O la notoriedad por tantos y tantos trabajos que dieran gloria y dinero a su afamado patrón. Lo cierto era que todo había sido maravilloso hasta que llegó el pleito con el “francés”, escultor de fama adquirida modelando “pasos” para las cofradías más pujantes del momento. ¿Por qué no recibió ayuda de su patrón?

En esas estaba cuando unos campesinos golpearon el llamador de su puerta en Palencia. Venían en comisión delegada del duque de Frías con el encargo de tallar una imagen para la nueva cofradía de EL CRISTO de la parroquia de San Mamés en la villa de Cuenca de Campos.

Rememoró la visita a esa villa: había acompañado a Felipe Virgany en la presentación del artístico regalo que el Condestable hiciera a su prima María para su oratorio privado. Recordaba un Cristo Románico, un Calvario Gótico soberbio, de mejor fábrica, quizás, que la que lucía en la capilla del obispo de su ciudad y el perfecto trazado de varios artesonados mudéjares al uso en Tierra de Campos. Era una villa del señorío que ostentaba por todo el lugar el poderoso Duque de Frías.

Le agradó la idea. Ya no podía vengarse de los juicios de Valladolid, pero reivindicaría su arte. Aquella noche soñó con su CRISTO DE LOS AFLIGIDOS en procesión por Medina de Rioseco. Pero éste debía ser un “expiavit” perfecto: anatomía de un hombre divino sin el patetismo de Berruguete. Esplendor de Florencia castellana. Y siguió el sueño. No recibiría lisonjas de fatuos cortesanos de ningún emperador, ni de ostentosos cabildos de catedrales primadas... Esculpiría para sí mismo. Y esculpió una obra cumbre. Tal vez su obra póstuma. El sueño le produjo la paz interior.

Fechas más tarde el Hombre-Dios agonizante, resplandecía perfecto en la penumbra de un templo humilde, junto al humedal del PREGONERO.
Un final de Ensueño.