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CUENCA DE CAMPOS: Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria...

Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción; yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse de sol y grana,
volar bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.
¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar?
Todo el que camina anda, como Jesús, sobre el mar.
Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
conozco grajos mélicos y líricos marranos...
El más truhán se lleva la mano al corazón,
y el bruto más espeso se carga de razón.
El hombre, a quien de la rapiña acucia,
de ingénita malicia y natural astucia,
formó la inteligencia y acaparó la tierra.
¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!
la envidia de la virtud hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio es lo que se envidia más.
Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre dos misterios está el enigma grave;
tres arcas encierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
El hombre es por naturaleza la bestia paradójica,
un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo, y su obra terminada,
"ya estoy en el secreto -se dijo-, todo es nada".
No extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada;
yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas.
Caminante, son tus huellas el camino y nada más;
caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.
Bueno es saber que los vasos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar;
pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
Cuatro cosas tiene el hombre que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos, y miedo de naufragar.