"EL ABUELO Y EL NIETO"
Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando se sentaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con él, hasta que, por último, lo dejaron en un rincón de un cuarto, donde le llevaban sue escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con fecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudillla que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera lo llenó de improperios a los que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Le compraron por un cuarto una escudilla de madera, en la que se le dió de comer de allí en adelante.
Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño que rondaba los 12 años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que escontró por el suelo.
- ¿Qué haces?-preguntó el padre.
-Una tartera-contestó el chico, para daros de comer a mamá y a tí cuando seais viejos.
El marido y la mujer se miraron por un momento sin pronunciar palabra. Después se echaron a llorar, volviendo a poner de nuevo al abuelo en la mesa, y comió ya siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad.
H. G. F I N
Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando se sentaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con él, hasta que, por último, lo dejaron en un rincón de un cuarto, donde le llevaban sue escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con fecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudillla que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera lo llenó de improperios a los que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Le compraron por un cuarto una escudilla de madera, en la que se le dió de comer de allí en adelante.
Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño que rondaba los 12 años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que escontró por el suelo.
- ¿Qué haces?-preguntó el padre.
-Una tartera-contestó el chico, para daros de comer a mamá y a tí cuando seais viejos.
El marido y la mujer se miraron por un momento sin pronunciar palabra. Después se echaron a llorar, volviendo a poner de nuevo al abuelo en la mesa, y comió ya siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad.
H. G. F I N
