"CLAVELES ROJOS"
De mis cabras guardar volví al cortijo
Saltando entre peñas y matojos,
Cuando a mi moza ví, me llamó y dijo
Que del amo de la hacienda, vino el hijo,
Y ella quería lucir claveles rojos.
Al monte volví como a la guerra:
Con ceguedad, con valentía y arrojo,
Porque al pasar con mis cabras y mi perro
Había visto en lo alto de la sierra
Una gran mata de claveles rojos.
Pero al llegar a lo alto de la sierra
Y entre las matas de una gran chumbera
Ví que la madre clavelera
Lloraba por sus hijos:
Los claveles rojos,
Sus hijos le robaron; ¿quien sería?...
Y al cortijo volví lleno de enojo,
Triste, porque llevar no podía,
Lo que mi moza amorosa me pedía,
¿En donde encontrar claveles rojos?
De pronto me acorde que allá en la ermita
Los mozos de los cortijos de hinojos
Habían llevado a la virgen de la sierrita
Pensamientos y claveles rojos.
A la ermita llegué, ya reventado,
Fatigado, malherido y cojo,
En mis manos tomé el manojo amado
Y al cortijo volví, ya consolado
Porque al fin encontre, claveles rojos.
Corriendo iba como un gamo,
Como un galgo saltando los rastrojos,
En el camino encontré a mi amo,
Y me dijo - zagal, véndeme el ramo.
¿Cómo venderle los claveles rojos?
Me lo perdone el amo, y hube de decirle,
Fatrigado, malherido y cojo
Quedó este pobre cabrerillo humilde,
Para poder llevarle a mi Matilde
Este ramito de claveles rojos.
¿A tu Matilde has dicho?; anda, y retoza,
Que si por ella te quedaste cojo,
Vete a curar a tu escondida choza,
Porque, óyelo bien, a esa moza
He de llevar yo claveles rojos.
Pasó por mí no se que cosa mala,
El señorito me clavó los ojos,
Se abalanzó hacia mí con rábia
Y me destrozó el ramillete de claveles rojos.
Al cortijo corrí, salté tres bancos,
preñados de lágrimas, iban mis ojos,
Allí vi una mata de claveles blancos,
Los tomé y los llevé al campo
para transformarlos en claveles rojos.
De malas ideas llevaba un enjambre,
Al ver al amo, una nube me cegó los ojos,
Mi puñal en su pecho hundí con hambre
Los claveles blancos empapé en su sangre,
Y a mi moza la llevé, claveles rojos.
Ismael Enrique Arciniegas.
De mis cabras guardar volví al cortijo
Saltando entre peñas y matojos,
Cuando a mi moza ví, me llamó y dijo
Que del amo de la hacienda, vino el hijo,
Y ella quería lucir claveles rojos.
Al monte volví como a la guerra:
Con ceguedad, con valentía y arrojo,
Porque al pasar con mis cabras y mi perro
Había visto en lo alto de la sierra
Una gran mata de claveles rojos.
Pero al llegar a lo alto de la sierra
Y entre las matas de una gran chumbera
Ví que la madre clavelera
Lloraba por sus hijos:
Los claveles rojos,
Sus hijos le robaron; ¿quien sería?...
Y al cortijo volví lleno de enojo,
Triste, porque llevar no podía,
Lo que mi moza amorosa me pedía,
¿En donde encontrar claveles rojos?
De pronto me acorde que allá en la ermita
Los mozos de los cortijos de hinojos
Habían llevado a la virgen de la sierrita
Pensamientos y claveles rojos.
A la ermita llegué, ya reventado,
Fatigado, malherido y cojo,
En mis manos tomé el manojo amado
Y al cortijo volví, ya consolado
Porque al fin encontre, claveles rojos.
Corriendo iba como un gamo,
Como un galgo saltando los rastrojos,
En el camino encontré a mi amo,
Y me dijo - zagal, véndeme el ramo.
¿Cómo venderle los claveles rojos?
Me lo perdone el amo, y hube de decirle,
Fatrigado, malherido y cojo
Quedó este pobre cabrerillo humilde,
Para poder llevarle a mi Matilde
Este ramito de claveles rojos.
¿A tu Matilde has dicho?; anda, y retoza,
Que si por ella te quedaste cojo,
Vete a curar a tu escondida choza,
Porque, óyelo bien, a esa moza
He de llevar yo claveles rojos.
Pasó por mí no se que cosa mala,
El señorito me clavó los ojos,
Se abalanzó hacia mí con rábia
Y me destrozó el ramillete de claveles rojos.
Al cortijo corrí, salté tres bancos,
preñados de lágrimas, iban mis ojos,
Allí vi una mata de claveles blancos,
Los tomé y los llevé al campo
para transformarlos en claveles rojos.
De malas ideas llevaba un enjambre,
Al ver al amo, una nube me cegó los ojos,
Mi puñal en su pecho hundí con hambre
Los claveles blancos empapé en su sangre,
Y a mi moza la llevé, claveles rojos.
Ismael Enrique Arciniegas.