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CUENCA DE CAMPOS: LA SOLANA EN TIERRA DE CAMPOS...

LA SOLANA EN TIERRA DE CAMPOS

No nay ningún pueblo en Tierra de Campos que se precie que tenga solana. Ese remanso estratégico que acoge a los mayores del pueblo. A esos observadores que no pierden ripio de lo que pasa. Todo pasa por sus narices.

Allí se juntan los jubilados, los de la edad dorada, los que no tienen nada que hacer, los que van de paso, los que llegan a saludar y los que ese día no pueden salir al campo. Pero estos son los suplentes, los titulares no pasan de la media docena, por norma general.

Suelen ser hombres, porque la paridad no sabe de mentideros no de horas interminables que descansan bastones y dibujan círculos sobrela tierra. Están allí y punto, antes y después del paseo, sobre todo a partir de mayo y hasta bien entrado Octubre, aunque una buena pelliza permite dar la vuelta completa al calendario sin esforzarse.

Las solanas deberían ser declaradas Bien de Interés Cultural, tienen mása cuajo que muchos edificios emblemáticos. Son rincones llenos de murmullos, cegados de madrugones antaño, de viviendas que a lo mejor fueron y ahora son escombros. Y allí se parla se comenta. A veces incluso nacen noticias que parecían rumores y que otros tendrán que deshacer. Se lían madejas verbales y se humean caldos de tabaco, porque allí la prohibición se desconoce.

Todo se asoma a sus ojos vivos, que viran a velocidad de vértigo. Siempre hay alguno que da alguna idicación a algún forastero que pregunta por fulano. Pero siempre habrá otro que comente. "Te digo yo que no llega. Mira que es pequeño el pueblo, pués este se pierde". A lo que otro añade: "bua, ya te digo". Esto viene a resumir nuestro carácter. Alguno escudriña en el bolso intentando encontrar algún caramelo de menta que se metió al salir de casa. Las mañanas se alegran con el acantar de los pájaro, aderezada con un par de tractores que van al campo

Solanas rurales, cargadas de magia, una por cada pueblo, con sus protagonistas, con sus achaques, con sus dichos, con su verbigracia, con su deje, con su natural y particular filosofia de ver la vida y entender todo lo que les rodea.