Languidece el día, y con el, llega la noche,
la soledad se cierne ya sobre el pueblo, sobre este pueblo que estaba acostumbrándose al bullicio de los niños corriendo por la plaza, de los mayores que les acompañaban y que se distraen con los juegos de esos niños.
Desde que se fueron se terminaron los juegos en la plaza, solamente quedan los cuatro o seis niños que viven a diario en el, esos niños que a veces no tienen como jugar, ni con quien, pues si no sale el otro niño/a se encuentra solo/a, bueno solo no, están sus padres. Llegada las siete de la tarde, mas o menos, se recogen, unos para estudiar, otros para cenar e irse a descansar, hasta el día siguiente en el que otra vez terminados sus clases o el estar en la guardería vuelven al pueblo y de nuevo como el día anterior juegan en los soportales de la soledad, si no hace para estar por el caño o sus alrededores.
Cuando esos padres y esos niños se van para su casa, el pueblo queda en silencio y la noche se va cerniendo sobre el pueblo, el silencio es absoluto, de vez en cuando se puede oir el ladrido de un perro, o el transitar por la calle de algún rezagado que va del bar a su casa.
He leido con detenimiento el mensaje enviado por YO en fecha 16/09/2008 a las 16,52 horas y comparto plenamente en todo lo escrito en el. Desde la Atalaya
la soledad se cierne ya sobre el pueblo, sobre este pueblo que estaba acostumbrándose al bullicio de los niños corriendo por la plaza, de los mayores que les acompañaban y que se distraen con los juegos de esos niños.
Desde que se fueron se terminaron los juegos en la plaza, solamente quedan los cuatro o seis niños que viven a diario en el, esos niños que a veces no tienen como jugar, ni con quien, pues si no sale el otro niño/a se encuentra solo/a, bueno solo no, están sus padres. Llegada las siete de la tarde, mas o menos, se recogen, unos para estudiar, otros para cenar e irse a descansar, hasta el día siguiente en el que otra vez terminados sus clases o el estar en la guardería vuelven al pueblo y de nuevo como el día anterior juegan en los soportales de la soledad, si no hace para estar por el caño o sus alrededores.
Cuando esos padres y esos niños se van para su casa, el pueblo queda en silencio y la noche se va cerniendo sobre el pueblo, el silencio es absoluto, de vez en cuando se puede oir el ladrido de un perro, o el transitar por la calle de algún rezagado que va del bar a su casa.
He leido con detenimiento el mensaje enviado por YO en fecha 16/09/2008 a las 16,52 horas y comparto plenamente en todo lo escrito en el. Desde la Atalaya