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CUENCA DE CAMPOS: ¿Quién no ha pensado más de una vez en rebobinar su...

¿Quién no ha pensado más de una vez en rebobinar su vida?. ¿Quién no ha pensado alguna vez en desandar los pasos dados y volver a donde empezó?. ¿Quién no ha pensado en rebobinar su vida para volver a ser niño a pesar de las carencias que de todo se tenía?. Pués, porque no lo hacemos, aunque solo sea con la imaginación.

¿Quién no anhela volver a respirar aquel aire limpio y que aparentemente todavía hoy está limpio?. ¿Quién no anhela volver a saborear el agua pura de las fuentes y que aparentemente también parece hoy día limpia?. ¿Quién no anhela volver a oir el rumor del agua de los pequeños riachuelos?. Y es que el tiempo de la infancia nunca se olvida, es como el primer beso, son los que gravan en el alma el deseo de volver a abrazar, querer, besar; son un ejemplo de fidelidad. "Le hago caso al corazón, y me muero por volver".

Solo la ficción permite encontrar un mundo igual como era hace treinta años, la realidad de hoy enseña las ruinas que habitaron vidas y el vacio de las personas que compartieron iguales historias. Los sitios son los mismos pero los protagonistas y las historias diferentes. Las casas se pierden entre las ruinas. Pero los recuerdos y las emociones afloran a flor de piel cuando vuelves a pisar la tierra con la que entonces jugaban los pies pequeños, inquietos y veloces; vuelves a sentir la protección de las paredes que envolvieron los sueños inocentes e infantiles; vuelves a recorrer la senda del camino que te llevaba a la escuela en busca del descubrimiento del conocimiento y quién sabe también del amor. Buscas con afán en la memoria las imborrables escenas de la infancia, el recuerdo de tus padres, de tus hermanos, de tus amigos hasta llegar en algún momento a hacer visible tu emoción. Tus vivencias imborrables se potencian con la presencia de los elementos. Quién no recuerda cuando aprecieron las cosechadoras. Gigantes vestidos de hierro que fueron invadiendo silenciosamente nuestro territorio. Eran monstruos de hierro que aparecían en el horizonte como un ejército perfectamente organizado. Eran como los milicianos que acataban órdenes de sus superiores. Eran combatientes que sigilosamente acampaban a sus anchas por las eras de Tierra de Campos. Más de uno hubiera repicao las campanas a muerto. Eran las nuevas tecnologías que nos llevaban al progreso. Pero no nos equivoquemos. El progreso no debe ser en ningún caso invasivo, ni las nuevas tecnologías perjudiciales, es el hombre, el que haciendo un uso indebido de ellas las convierte en enemigos potenciales. La ambición de unos, la codicia de otros, aspiraciones descubiertas y pretensiones ocultas han hecho que estos nuevos guerreros hayan ido colándose en los pueblos, demasiado cerca del ser humano.

En fín, que rebobinamos nuestra vida y resucitamos a aquel pariente olvidado o desconocido en el que esperamos encontrar algún parecido recóndito. La vieja escuela se llena de algarabía y gozo, sentando en los pupitres a tiernos escolares, que hoy, ya abuelos disfrutan reconociéndose en las viejas fotografías.

Rebobino mi vida porque el pasado es lo que hizo mi persona. Por que el guarda siempre lo mejor de tí y porque el puede hacer que sonrías porque sí.

Rebobino mi vida porque el pasado siempre queda, el pasado es el presente que hay en tí, aunque pretendas borrarlo porque tiene algo que te duele, sabes que también te sabe hacer feliz.

Rebobino mi vida, por mis gentes. Por ellos y por los que se fueron, pero están ahí, siempre estarán ahí. Rebobino mi vida, para que todo lo pasado no sea solo recuerdo.