San Andrés de Creta
Obispo
Julio 4
¡Felicidades aquines lleven este nombre!
San Andrés de Creta, nació en Damasco a mediados del siglo VII, abrazó la vida monástica en un convento de Jerusalén, por lo que también es llamado Andrés Jerosolimitano. Asistió al III Concilio de Constantinopla que condenó la herejía del monotelismo (año 681), como legado del Patriarca de la Ciudad Santa. Más tarde, consagrado obispo de Creta, defendió la legitimidad del culto a las imágenes. Murió hacia el año 720.
San Andrés de Creta fue un excelente compositor de himnos sagrados, hasta el punto de que la Iglesia oriental ha incorporado algunos a su liturgia. Además se conservan veintidós homilías suyas. Las que se refieren a la Virgen gozan de particular importancia, pues constituyen un testimonio muy elocuente de la fe en la Inmaculada Concepción y en la Asunción corporal de María al Cielo.
Con toda la Tradición de la Iglesia, San Andrés expone que la Concepción de Nuestra Señora es el inicio de la renovación de la naturaleza humana, herida por el pecado original. La Virgen María, preservada por Dios de toda culpa, trae al mundo «las primicias de la nueva creación», siendo —como canta la liturgia— lirio que florece entre espinas y paraíso espiritual donde Jesucristo, el nuevo Adán, establece su morada.
Obispo
Julio 4
¡Felicidades aquines lleven este nombre!
San Andrés de Creta, nació en Damasco a mediados del siglo VII, abrazó la vida monástica en un convento de Jerusalén, por lo que también es llamado Andrés Jerosolimitano. Asistió al III Concilio de Constantinopla que condenó la herejía del monotelismo (año 681), como legado del Patriarca de la Ciudad Santa. Más tarde, consagrado obispo de Creta, defendió la legitimidad del culto a las imágenes. Murió hacia el año 720.
San Andrés de Creta fue un excelente compositor de himnos sagrados, hasta el punto de que la Iglesia oriental ha incorporado algunos a su liturgia. Además se conservan veintidós homilías suyas. Las que se refieren a la Virgen gozan de particular importancia, pues constituyen un testimonio muy elocuente de la fe en la Inmaculada Concepción y en la Asunción corporal de María al Cielo.
Con toda la Tradición de la Iglesia, San Andrés expone que la Concepción de Nuestra Señora es el inicio de la renovación de la naturaleza humana, herida por el pecado original. La Virgen María, preservada por Dios de toda culpa, trae al mundo «las primicias de la nueva creación», siendo —como canta la liturgia— lirio que florece entre espinas y paraíso espiritual donde Jesucristo, el nuevo Adán, establece su morada.