- ¡Qué mal, gritó la mona,
que estoy sin rabo!
- ¡Qué mal estoy sin astas!,
repuso el asno.
Y dijo el topo:
-más debo yo quejarme,
que estoy sin ojos.
No reniegues, Camilo,
de tu fortuna;
que otros podrán dolerse
más de la suya.
Si se repara,
nadie en el mundo tiene
dicha colmada.
que estoy sin rabo!
- ¡Qué mal estoy sin astas!,
repuso el asno.
Y dijo el topo:
-más debo yo quejarme,
que estoy sin ojos.
No reniegues, Camilo,
de tu fortuna;
que otros podrán dolerse
más de la suya.
Si se repara,
nadie en el mundo tiene
dicha colmada.