En mis tiempos de niño. viviendo en Cuenca de Campos, la llegada de la vendimia suponía unos días de vacaciones, no había que ir a la escuela.
Eran días maravillosos, generalmente hacía un clima estupendo. Por las mañanas antes de salir el sol salían las cuadrillas de los diferentes labradores que tenían viñas. No había muchas pero sí bastantes. Las uvas eran buenas.
Las calles del pueblo se alegraban. Por las calles cuadrillas con mujeres y hombres en carros tirado de mulas, a las que solían poner cascabeles en el cuello. En el carro se llevaban los cestos grandes de mimbre donde se echarían las uvas, otros pequeños que servían para vendimiar en el majuelo, llenarles y vaciarlos en los grandes.
Durante ese tiempo en esos carros las cuadrillas, al ir y volver, cantaban canciones propias de la vendimia, había un buen repertorio. Las canciones solían ser picarescas, mozos y mozas daban un poco rienda suelta a sus tentaciones. Las mujeres casadas más charlatanas también animaban el cotarro, encelando a los mozos con sus pícaras recomendaciones.
Comenzaba el trabajo y todos a la tarea. Cortar los racimos de la cepa con unas tijeras que solíamos llevar colgando de la cintura con una cuerda. Llenábamos un cesto de mimbre pequeño y una vez copado le echábamos en los grandes que se dejaban en fila cerca del camino, pues así era más fácil subirles al carro carretero. Una vez llenos los cestos grandes que cabían en un viaje en el carro se subían al mismo y se llevaba a la bodega para hacer el vino o para el consumo dejándolas pasarse, que incluso duraban hasta navidad. Y así sucesivamente.
La hora del almuerzo era muy bonita. Todas las cuadrillas almorzaban, comían y merendaban con suministro del Amo. Allí se hablaba de todo en plan alegre, los mozos y mozas aprovechan para hacerse la lagareta (pintar la cara de alguien con las uvas más rojas). A veces era cuadrilla contra cuadrilla. Todo era alegría y picardía. Así estaba todo el campo de Tierra de Campos, días de relajación. Los carros que llevaban los cestos llenos a la bodega tiraban racimos de uvas a los que estaban en el pueblo trabajando en otros menesteres, así todos participaban del festejo. La hora de la Comida lo mismo, todo era jolgorio, buena comida y las lagaretas entre los de la propia cuadrilla y entre cuadrillas. Siempre buscaban a las mozas más así... que diría el otro... para poder echarla mano y pintarla la cara... La merienda era una repetición del jolgorio. Y al atardecer con buena temperatura, vuelta al pueblo. Los carros llenos de cuadrillas, canciones,últimos cestos de uvas, y a sembrar la alegría por las calles del pueblo hasta la bodega donde todos bajaban para ir a sus casas. Este era el ambiente durante los días de la vendimia. Eran días muy, muy alegres y bonitos. Todo eso ya hace mucho que dijo adiós...
Eran días maravillosos, generalmente hacía un clima estupendo. Por las mañanas antes de salir el sol salían las cuadrillas de los diferentes labradores que tenían viñas. No había muchas pero sí bastantes. Las uvas eran buenas.
Las calles del pueblo se alegraban. Por las calles cuadrillas con mujeres y hombres en carros tirado de mulas, a las que solían poner cascabeles en el cuello. En el carro se llevaban los cestos grandes de mimbre donde se echarían las uvas, otros pequeños que servían para vendimiar en el majuelo, llenarles y vaciarlos en los grandes.
Durante ese tiempo en esos carros las cuadrillas, al ir y volver, cantaban canciones propias de la vendimia, había un buen repertorio. Las canciones solían ser picarescas, mozos y mozas daban un poco rienda suelta a sus tentaciones. Las mujeres casadas más charlatanas también animaban el cotarro, encelando a los mozos con sus pícaras recomendaciones.
Comenzaba el trabajo y todos a la tarea. Cortar los racimos de la cepa con unas tijeras que solíamos llevar colgando de la cintura con una cuerda. Llenábamos un cesto de mimbre pequeño y una vez copado le echábamos en los grandes que se dejaban en fila cerca del camino, pues así era más fácil subirles al carro carretero. Una vez llenos los cestos grandes que cabían en un viaje en el carro se subían al mismo y se llevaba a la bodega para hacer el vino o para el consumo dejándolas pasarse, que incluso duraban hasta navidad. Y así sucesivamente.
La hora del almuerzo era muy bonita. Todas las cuadrillas almorzaban, comían y merendaban con suministro del Amo. Allí se hablaba de todo en plan alegre, los mozos y mozas aprovechan para hacerse la lagareta (pintar la cara de alguien con las uvas más rojas). A veces era cuadrilla contra cuadrilla. Todo era alegría y picardía. Así estaba todo el campo de Tierra de Campos, días de relajación. Los carros que llevaban los cestos llenos a la bodega tiraban racimos de uvas a los que estaban en el pueblo trabajando en otros menesteres, así todos participaban del festejo. La hora de la Comida lo mismo, todo era jolgorio, buena comida y las lagaretas entre los de la propia cuadrilla y entre cuadrillas. Siempre buscaban a las mozas más así... que diría el otro... para poder echarla mano y pintarla la cara... La merienda era una repetición del jolgorio. Y al atardecer con buena temperatura, vuelta al pueblo. Los carros llenos de cuadrillas, canciones,últimos cestos de uvas, y a sembrar la alegría por las calles del pueblo hasta la bodega donde todos bajaban para ir a sus casas. Este era el ambiente durante los días de la vendimia. Eran días muy, muy alegres y bonitos. Todo eso ya hace mucho que dijo adiós...
Francisco:
Tú, yo no lo se, pero yo, he vendimiado más de dos veces en el majuelo del Señor Pedro Blanco, conocido como "Pedro Faroles", al que corresponde la caseta, que en su día, dicho sea de paso, como se puede comprobar, yo, colgué; es una pena que este, gran majuelo al igual que otros, hayan desaparecido.
Tú, yo no lo se, pero yo, he vendimiado más de dos veces en el majuelo del Señor Pedro Blanco, conocido como "Pedro Faroles", al que corresponde la caseta, que en su día, dicho sea de paso, como se puede comprobar, yo, colgué; es una pena que este, gran majuelo al igual que otros, hayan desaparecido.