ARQUITECTURA POPULAR
Nuestros pueblos y villas, y en concreto nuestras construcciones de siempre, no fueron realizadas por arquitectos profesionales, sino por personas del pueblo que, siguiendo los patrones marcados por la experiencia y la tradición, transformaron la tierra en casas, soportales, paneras o palomares hasta configurar, sin ánimo de pretenderlo, una arquitectura especial, anónima, popular, tradicional o como se quiera llamar, que debemos conocer.
Y nada mejor para conocerla que salir al campo, a nuestros pequeños pueblos y detenerse ante estas construcciones.
A poco que caminemos, nos encontraremos con cien soluciones distintas para un mismo problema, todas ellas basadas en lo mismo; la eficacia y la sobriedad.
También sentiremos ese no pasar el tiempo, esa intemporalidad de algo que permanece siempre y que tan bien reflejó Miguel Delibes en su novela (Viejas historias de Castilla la Vieja) cuando decía:<<Después de todo, el pueblo permanece y algo de uno hay agarrado a los cuetos, los chopos y los rastrojos. En las ciudades se muere uno del todo; en los pueblos, no; y la carne y los huesos de uno se hacen tierra.
Nuestros pueblos y villas, y en concreto nuestras construcciones de siempre, no fueron realizadas por arquitectos profesionales, sino por personas del pueblo que, siguiendo los patrones marcados por la experiencia y la tradición, transformaron la tierra en casas, soportales, paneras o palomares hasta configurar, sin ánimo de pretenderlo, una arquitectura especial, anónima, popular, tradicional o como se quiera llamar, que debemos conocer.
Y nada mejor para conocerla que salir al campo, a nuestros pequeños pueblos y detenerse ante estas construcciones.
A poco que caminemos, nos encontraremos con cien soluciones distintas para un mismo problema, todas ellas basadas en lo mismo; la eficacia y la sobriedad.
También sentiremos ese no pasar el tiempo, esa intemporalidad de algo que permanece siempre y que tan bien reflejó Miguel Delibes en su novela (Viejas historias de Castilla la Vieja) cuando decía:<<Después de todo, el pueblo permanece y algo de uno hay agarrado a los cuetos, los chopos y los rastrojos. En las ciudades se muere uno del todo; en los pueblos, no; y la carne y los huesos de uno se hacen tierra.