RECOSTADO EN UN PESEBRE
Mañana será un día de gran recogimiento y fervor. Jesús está cerca, está a punto de salir del seno materno. Ha dejado oír ya su voz llena de amor: "He aquí que vengo". Yo me tengo que preparar para su venida con una atención especial, ya que espero de ella unos veneficios inmensos. Tengo grandes cosas para comunicarle y él tiene grandes e innumerables dones para entregarme. Mañana, mi espíritu y mi corazón tienen que estar serenos durante toda la jornada, delante del sagrario, transformado en estos días en establo de Belén. " ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!"
La noche está avanzada, las estrellas centellean en el cielo frío. Desde la ciudad, voces estridentes y gritos llegan hasta mis oídos. Son los que disfrutan de este mundo y celebran con excesos la pobreza del Señor. Y yo, en vela, pensando en el misterio de Belén. " ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!"
María y José, rechazados por los hombres, sintiendo acercarse el momento del parto, salen al campo en busca de un refugio. Yo no soy más que un pobre pastor, no tengo más que un pobre establo, un pequeño pesebre y un poco de paja. Os ofrezco todo, tened la bondad de aceptar esta pobre cabaña. Apresúrate, Jesús, mi corazón es para ti. Mi alma es pobre y vacía de virtudes, la paja de mis numerosas imperfecciones te pinchará... Pero ¡qué quieres, Señor! Es todo lo que tengo. Tu pobreza me emociona, me enternece, me hace llorar. Con todo, no tengo nada mejor que ofrecerte. Jesús, adorna mi alma con tu presencia, con tus gracias, quema la paja y cámbiala en un suave lecho bajo tu santísimo cuerpo...
Jesús, te espero... Ellos te dejan morir de frío; ven a mi corazón. No soy más que un pobretón, te calentaré lo mejor que sepa; por lo menos, quiero que te alegres del deseo que tengo de amarte.
Beato Juan XXIII
Mañana será un día de gran recogimiento y fervor. Jesús está cerca, está a punto de salir del seno materno. Ha dejado oír ya su voz llena de amor: "He aquí que vengo". Yo me tengo que preparar para su venida con una atención especial, ya que espero de ella unos veneficios inmensos. Tengo grandes cosas para comunicarle y él tiene grandes e innumerables dones para entregarme. Mañana, mi espíritu y mi corazón tienen que estar serenos durante toda la jornada, delante del sagrario, transformado en estos días en establo de Belén. " ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!"
La noche está avanzada, las estrellas centellean en el cielo frío. Desde la ciudad, voces estridentes y gritos llegan hasta mis oídos. Son los que disfrutan de este mundo y celebran con excesos la pobreza del Señor. Y yo, en vela, pensando en el misterio de Belén. " ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!"
María y José, rechazados por los hombres, sintiendo acercarse el momento del parto, salen al campo en busca de un refugio. Yo no soy más que un pobre pastor, no tengo más que un pobre establo, un pequeño pesebre y un poco de paja. Os ofrezco todo, tened la bondad de aceptar esta pobre cabaña. Apresúrate, Jesús, mi corazón es para ti. Mi alma es pobre y vacía de virtudes, la paja de mis numerosas imperfecciones te pinchará... Pero ¡qué quieres, Señor! Es todo lo que tengo. Tu pobreza me emociona, me enternece, me hace llorar. Con todo, no tengo nada mejor que ofrecerte. Jesús, adorna mi alma con tu presencia, con tus gracias, quema la paja y cámbiala en un suave lecho bajo tu santísimo cuerpo...
Jesús, te espero... Ellos te dejan morir de frío; ven a mi corazón. No soy más que un pobretón, te calentaré lo mejor que sepa; por lo menos, quiero que te alegres del deseo que tengo de amarte.
Beato Juan XXIII