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GOMEZNARRO: CUANDO YO ERA MONAGUILLO...

CUANDO YO ERA MONAGUILLO

Al recordar Gómez-Narro
siempre tendré en mi memoria
siete años de monaguillo
que al narrarlos me ilusiona.

Fue a por mí Don Exuperio,
gran sacerdote y persona,
seis años recién cumplidos
de estatura un poco corta.

Mi padre también le advierte:
“Si al altar casi se asoma...,
pero si ve que le sirve,
monaguillo desde ahora.”

Yo con gran fidelidad
aprendí a ayudar a misa
y a tocar bien las campanas
sin tocarlas muy deprisa.

Alegría en los Domingos
si las repiqueteaba
y al llegar las grandes fiestas
con los mozos volteaba.

Todas tenían su nombre
que el pueblo reconocía.
La pequeña, de bautizos,
veinte toques ¡qué alegría!.

Los niños iban corriendo
a ver qué padrino había,
si les parece rumboso,
se esperan a ver qué tiran.

La de bodas es más grande,
treinta y una campanadas,
al oírla nuestras mozas
a misa van arregladas.

A ver cómo va la novia,
que vestido y cuanto guapa,
para el día que las toque,
si puede ser, mejorarla.

Y sus madres, en la calle,
para sacarla las faltas,
no vaya a creer la novia,
que del pueblo es la más maja.
La de misa, ¡qué campana!,
era el sonido más fino.
Por eso al ser la mejor,
siento que se haya vendido.

¡Qué decir del campanón!
que se toca cuando hay fuego,
todo el pueblo va corriendo
a apagarlo sin recelo.

El toque para difuntos
de los niños nadie ignora:
la de bodas y bautizos,
con las dos tocaba a Gloria.

A los siete años se hacía
la Primera Comunión
y ya doblan tres campanas
para mujer o varón.

Si fallece una mujer,
dos clamores yo tocaba,
si el fallecido es un hombre,
tres clamores, no fallaba.

Para un sacerdote, cuatro.
Para un Obispo, dos más,
doce para un Arzobispo,
veinticuatro al Cardenal.

Cuando murió Pío Doce,
toqué treinta y seis clamores,
y no llegué a tocar más
pues no hay mayores honores.

En Gómez-Narro toqué
las cuatro hermosas campanas,
que al tocar con sentimiento
oraciones arrancaban.
V. Sobrino