DONDE MIS OJOS SE ABRIERON.
Desde el bello firmamento
El sol da la luz al día
Y la luna y las estrellas,
En la oscura noche brillan.
Adornando todo el cielo
Al que la aurora ilumina,
Y en esa iluminación
Resplandece y se divisa.
El pueblo de Gomez-Narro
Para mí una maravilla,
Empezando por la Iglesia,
Que la ves y te fascina.
Con su gran coro mudéjar,
En él un órgano había.
Pena que en vez de arreglarlo,
A piezas se destruía.
También su preciosa torre,
Cuatro campanas tenía,
Que al repicar con tres de ellas,
El cuerpo te enardecía.
Con su sonido excelente
Que el pueblo bien percibía,
Y sobre todo en las fiestas,
Cuando todo es alegría.
Y si hablamos de la plaza,
Es hermosa y muy bonita,
En medio, un pozo artesiano
Que daba agua exquisita.
Ocho acacias rodeaban
Dando una sombra muy rica,
Con asientos de cemento,
¡Vamos!, una maravilla.
Y qué bonito edificio,
Con la escuela de las niñas,
La Casa Consistorial
Y otro piso más arriba.
Con la casa del maestro
Y la escuela masculina,
Y debajo el calabozo,
Para aquel que delinquía.
Dos calles salen de ella,
Al norte la de Medina
Al sur la de Juan Villergas,
Y en ella se distinguía
La casa de Don Felipe,
Con dos pisos, ¡Qué bonita!
Y antes de llegar a ella,
Una gran panadería.
Servían a cinco pueblos
Y hablando de golosinas,
En todo el contorno aquel,
¡lo mejor!, según decían.
Variedad de pastas buenas
Y lo mejor en rosquillas,
Con los famosos soplillos
Que Eulogia y su hermana hacían.
También de la misma plaza,
Dos caminos que partían,
Uno para la estación
Y el otro para Medina.
La estación fue muy famosa
Y siempre muy concurrida,
Personas de cuatro pueblos
Que a coger el tren venían.
Y también a facturar
Cantidad de mercancías
Desde vagones de trigo
Que desde el muelle salían.
Era un muelle muy hermoso
Que siempre estaba hasta arriba
Cuando no eran cereales
Eran maderas y vigas.
De las cortas de pinares
Que aquí y en Ramiro hacían
Qué bien lo compraba Ciro
O el tío Aragón de Medina.
Y si hablamos de la paja
Qué de vagones vendía
Leonardo el Zapatero
Que él compraba y lo traía
Empacado de los pueblos
Al almacén que él tenía
Enfrente de ese gran muelle
Que a veces rebosaría.
Llegaban menos vagones
De cuantos él requería
Dando lugar a retrasos
Que a nadie favorecían.
El camino a la estación,
Árboles todo él tenía
Y antes de entrar en el pueblo,
¡qué alameda, qué sombrita!
Con un precioso lavajo
Llamado Santa María
Del lavajo de las eras
Todo el ganado bebía.
Qué decir del de las pozas
Cuando en invierno se helaba,
Eran heladas tan fuertes,
Que sobre él patinabas.
Al llegar de Moraleja
O si vienes de la Zarza,
Antes de entrar en el pueblo,
Otra alameda se alza
Y las dos a Gómez-Narro
Lo adornan y lo engalanan,
Dándonos una gran sombra,
Que en verano: ¡Una gozada!
Con la llamada Fuentona
En salida hacia la Zarza
De donde sacaban agua
Mujeres que allí lavaban.
El sendero a las bodegas,
Cuanta gente caminaba.
Muchos eran de Ramiro,
Que a coger el tren llegaban.
Si el pueblo resplandecía,
Su término no era menos.
Buen grupo de labradores
Se cuidaban de tenerlo
Bien labrado, bien profundo,
Y también surcos derechos.
Seis o siete años tenía
Y oía hablar muy bien de ellos.
Eran más de una veintena
Que yo llevo en mi cerebro,
Y que jamás he olvidado
Al ser labrador mi empeño,
Cuando puse el primer surco,
Recordé a aquellos maestros.
Como al encerrar el grano
A base de costaleo,
De la era a la panera,
Casi siempre compitiendo.
Con buenas mulas y carro
Los de Félix y Lorenzo
Y también los de Agapito
Con Mauricio de mulero.
Siempre llevaban su bota,
Iban cantando y bebiendo
Su trabajo era alegría,
Bebían con mucho tiento,
Sabiendo adonde llegaban
Y lo que estaban haciendo,
Así eran los labradores
Que yo conocí en mi pueblo.
Qué decir de los pastores,
Los había bien completos,
Sabiendo bien el oficio
Y mucho también del tiempo.
Los que hoy sois agricultores
Veréis esto como un sueño
En un día aráis obradas
Más que antes los ocho obreros.
No os mojáis ni pasáis frío
Como el de vuestros abuelos,
Y el aire acondicionado
Que en el tractor lleváis puesto.
Diréis que es mucha pasión
La que tengo con mi pueblo,
Pues siempre disfruté mucho
Sobre todo con lo bueno.
Y traté de perdonar
Otras cosas con defectos
Para ver resplandecer
Desde niño a mi gran pueblo.
V. Sobrino.
Desde el bello firmamento
El sol da la luz al día
Y la luna y las estrellas,
En la oscura noche brillan.
Adornando todo el cielo
Al que la aurora ilumina,
Y en esa iluminación
Resplandece y se divisa.
El pueblo de Gomez-Narro
Para mí una maravilla,
Empezando por la Iglesia,
Que la ves y te fascina.
Con su gran coro mudéjar,
En él un órgano había.
Pena que en vez de arreglarlo,
A piezas se destruía.
También su preciosa torre,
Cuatro campanas tenía,
Que al repicar con tres de ellas,
El cuerpo te enardecía.
Con su sonido excelente
Que el pueblo bien percibía,
Y sobre todo en las fiestas,
Cuando todo es alegría.
Y si hablamos de la plaza,
Es hermosa y muy bonita,
En medio, un pozo artesiano
Que daba agua exquisita.
Ocho acacias rodeaban
Dando una sombra muy rica,
Con asientos de cemento,
¡Vamos!, una maravilla.
Y qué bonito edificio,
Con la escuela de las niñas,
La Casa Consistorial
Y otro piso más arriba.
Con la casa del maestro
Y la escuela masculina,
Y debajo el calabozo,
Para aquel que delinquía.
Dos calles salen de ella,
Al norte la de Medina
Al sur la de Juan Villergas,
Y en ella se distinguía
La casa de Don Felipe,
Con dos pisos, ¡Qué bonita!
Y antes de llegar a ella,
Una gran panadería.
Servían a cinco pueblos
Y hablando de golosinas,
En todo el contorno aquel,
¡lo mejor!, según decían.
Variedad de pastas buenas
Y lo mejor en rosquillas,
Con los famosos soplillos
Que Eulogia y su hermana hacían.
También de la misma plaza,
Dos caminos que partían,
Uno para la estación
Y el otro para Medina.
La estación fue muy famosa
Y siempre muy concurrida,
Personas de cuatro pueblos
Que a coger el tren venían.
Y también a facturar
Cantidad de mercancías
Desde vagones de trigo
Que desde el muelle salían.
Era un muelle muy hermoso
Que siempre estaba hasta arriba
Cuando no eran cereales
Eran maderas y vigas.
De las cortas de pinares
Que aquí y en Ramiro hacían
Qué bien lo compraba Ciro
O el tío Aragón de Medina.
Y si hablamos de la paja
Qué de vagones vendía
Leonardo el Zapatero
Que él compraba y lo traía
Empacado de los pueblos
Al almacén que él tenía
Enfrente de ese gran muelle
Que a veces rebosaría.
Llegaban menos vagones
De cuantos él requería
Dando lugar a retrasos
Que a nadie favorecían.
El camino a la estación,
Árboles todo él tenía
Y antes de entrar en el pueblo,
¡qué alameda, qué sombrita!
Con un precioso lavajo
Llamado Santa María
Del lavajo de las eras
Todo el ganado bebía.
Qué decir del de las pozas
Cuando en invierno se helaba,
Eran heladas tan fuertes,
Que sobre él patinabas.
Al llegar de Moraleja
O si vienes de la Zarza,
Antes de entrar en el pueblo,
Otra alameda se alza
Y las dos a Gómez-Narro
Lo adornan y lo engalanan,
Dándonos una gran sombra,
Que en verano: ¡Una gozada!
Con la llamada Fuentona
En salida hacia la Zarza
De donde sacaban agua
Mujeres que allí lavaban.
El sendero a las bodegas,
Cuanta gente caminaba.
Muchos eran de Ramiro,
Que a coger el tren llegaban.
Si el pueblo resplandecía,
Su término no era menos.
Buen grupo de labradores
Se cuidaban de tenerlo
Bien labrado, bien profundo,
Y también surcos derechos.
Seis o siete años tenía
Y oía hablar muy bien de ellos.
Eran más de una veintena
Que yo llevo en mi cerebro,
Y que jamás he olvidado
Al ser labrador mi empeño,
Cuando puse el primer surco,
Recordé a aquellos maestros.
Como al encerrar el grano
A base de costaleo,
De la era a la panera,
Casi siempre compitiendo.
Con buenas mulas y carro
Los de Félix y Lorenzo
Y también los de Agapito
Con Mauricio de mulero.
Siempre llevaban su bota,
Iban cantando y bebiendo
Su trabajo era alegría,
Bebían con mucho tiento,
Sabiendo adonde llegaban
Y lo que estaban haciendo,
Así eran los labradores
Que yo conocí en mi pueblo.
Qué decir de los pastores,
Los había bien completos,
Sabiendo bien el oficio
Y mucho también del tiempo.
Los que hoy sois agricultores
Veréis esto como un sueño
En un día aráis obradas
Más que antes los ocho obreros.
No os mojáis ni pasáis frío
Como el de vuestros abuelos,
Y el aire acondicionado
Que en el tractor lleváis puesto.
Diréis que es mucha pasión
La que tengo con mi pueblo,
Pues siempre disfruté mucho
Sobre todo con lo bueno.
Y traté de perdonar
Otras cosas con defectos
Para ver resplandecer
Desde niño a mi gran pueblo.
V. Sobrino.