CUANDO LOS LABRADORES NO PRECISABAN BANCO
Eran tiempos de ahorro y de vivir en familia, cada labrador tenía su panera, donde se metían todos los granos de los cereales recolectados, y el dinero que tenían en ahorro, era metido en paredes de adobe, y en pucheros de barro con tapadera, incrustados en las pareces incluso de las cuadras. Y tapados con argamasa para disimular lo que allí se escondía, eran tiempos difíciles, nadie tenía confianza en los bancos que entonces funcionaban, era normal, el labrador quería sentir y tener su dinero al alcance, por si precisaba comprar un animal o una finca que le viniera bien, La panera tenía siempre grano, y un gato se encargaba de no dejar vivo a ningún ratón, era a nivel del suelo casi siempre, y en ella existía legumbre y trigo, como decían ellos por un por si acaso, y cuando el cobrador de la contribución avisaba de ir a pasar por allí, las gentes preparaban su dinero para pagar al estado su contribución, era normal. Las ropas y apeos de labranza se solían comprar después de verano, incluso arados y demás artilugios, con el dinero de los cereales vendidos, era una vida de ir pensando en las cosechas todo el año, Los seguros de incendio o pedrisco no se usaban casi nada, todo quedaba entre la familia, que cuando existía una desgracia se apoyaban a tope. Siempre la vida era dura, las comodidades apenas existían, y las distancias eran caminando con alguna acémila o burro un promedio de cinco kilómetros hora, por eso muchas personas no conocían nada más que su entorno, incluso hubo personas que no salieron de su pueblo nunca, y eran de los que decían, “donde dios nos planto es preciso florecer”. Toda su vida era una continuidad de lo vivido sin sorpresas, incluso no querían a veces echarse novio forastero, por no tener que abandonar a su familia y amigos. Entonces la vida era mucho mas tranquila, y aunque muchas personas no sabían ni leer ni escribir, supieron salir adelante con su intuición y conocimiento. G X Cantalapiedra.
Eran tiempos de ahorro y de vivir en familia, cada labrador tenía su panera, donde se metían todos los granos de los cereales recolectados, y el dinero que tenían en ahorro, era metido en paredes de adobe, y en pucheros de barro con tapadera, incrustados en las pareces incluso de las cuadras. Y tapados con argamasa para disimular lo que allí se escondía, eran tiempos difíciles, nadie tenía confianza en los bancos que entonces funcionaban, era normal, el labrador quería sentir y tener su dinero al alcance, por si precisaba comprar un animal o una finca que le viniera bien, La panera tenía siempre grano, y un gato se encargaba de no dejar vivo a ningún ratón, era a nivel del suelo casi siempre, y en ella existía legumbre y trigo, como decían ellos por un por si acaso, y cuando el cobrador de la contribución avisaba de ir a pasar por allí, las gentes preparaban su dinero para pagar al estado su contribución, era normal. Las ropas y apeos de labranza se solían comprar después de verano, incluso arados y demás artilugios, con el dinero de los cereales vendidos, era una vida de ir pensando en las cosechas todo el año, Los seguros de incendio o pedrisco no se usaban casi nada, todo quedaba entre la familia, que cuando existía una desgracia se apoyaban a tope. Siempre la vida era dura, las comodidades apenas existían, y las distancias eran caminando con alguna acémila o burro un promedio de cinco kilómetros hora, por eso muchas personas no conocían nada más que su entorno, incluso hubo personas que no salieron de su pueblo nunca, y eran de los que decían, “donde dios nos planto es preciso florecer”. Toda su vida era una continuidad de lo vivido sin sorpresas, incluso no querían a veces echarse novio forastero, por no tener que abandonar a su familia y amigos. Entonces la vida era mucho mas tranquila, y aunque muchas personas no sabían ni leer ni escribir, supieron salir adelante con su intuición y conocimiento. G X Cantalapiedra.