FABULA DEL LABRADOR RICO Y TACAÑO
Cuentan las viejas historias de la Castilla Sedienta, que hubo una vez un hombre que se hizo más rico que lo que él soñaba, era una persona económicamente molesta, no fumaba ni bebía ni tenía vicios ocultos, jamás daba los buenos días, si acaso los prestaba, en su vida de labrador pagaba la fragua de arreglar herramientas con su cosecha de garbanzos, y una vez un cubero al ver que no quería pagarle una cuba, que le había echo para su cosecha de vino, con la regla y el compás de hacer la cuba, le propino una paliza fenomenal. La Guardia Civil llamaron al cubero, pero este se defendía diciendo, si, le he dado, pero con la regla y el compas necesario. Aquel labrador tacaño, viéndose acosado por su tacañería, se marchó de su tierra para evitar más complicaciones, y decidió marchar hasta Medina del Campo, donde compró su vivienda vieja, y se gastó dinero en arreglarla, los albañiles tuvieron que amenazarle, ya que el pagar era para él un castigo, pero al ver la cara de aquellos hombres del Río Zapardiel, tuvo que darles dinero todos los días, ya que si no le dejaban la obra a medias, Su fama de gran tacaño corría por las calles de Medina, y cuando daba algún paseo con su esposa la decía, no vamos andar mucho que se gastan las suelas de los zapatos, no entraban en las tiendas de dicha ciudad, siempre tenía excusa para decir que era un vicio malo el comprar, Su cuenta de dinero estaba en un banco, y sus fincas de la Castilla Sedienta tuvo que ir vendiéndolas poco a poco, ya que sus reservas en casa se le iban agotando, Este hombre que no quiso tener familia por tacañería económica, decía de vez en cuando a su esposa, menos mal que no tenemos hijos, si no nos habrían desplumado, dejándonos sin dinero, el matrimonio se hizo mayor, y la esposa fallecía, y viéndose sin fuerza para seguir solo en su casa, intento buscar una señora de compañía, cosa que no logró, ya que quería darle solo la comida sin ningún sueldo, y termino en el asilo de las hermanitas de la caridad, donde una vez allí dentro, le hablaron de dejarlas todo su pequeño capital para la economía de esa residencia, El hombre viéndose solo y sin tener mucha salud, recordaba la paliza del cubero, y pensaba estas mujeres me van a dar con el misal en las costillas, tendré que dejarlas todo lo que ha sido mío, para que me digan misas después de muerto, Y que ya no puedo disfrutar de ello. Poco tiempo después el hombre aquel se quedó dormido para el resto de la eternidad. G X Cantalapiedra.
Cuentan las viejas historias de la Castilla Sedienta, que hubo una vez un hombre que se hizo más rico que lo que él soñaba, era una persona económicamente molesta, no fumaba ni bebía ni tenía vicios ocultos, jamás daba los buenos días, si acaso los prestaba, en su vida de labrador pagaba la fragua de arreglar herramientas con su cosecha de garbanzos, y una vez un cubero al ver que no quería pagarle una cuba, que le había echo para su cosecha de vino, con la regla y el compás de hacer la cuba, le propino una paliza fenomenal. La Guardia Civil llamaron al cubero, pero este se defendía diciendo, si, le he dado, pero con la regla y el compas necesario. Aquel labrador tacaño, viéndose acosado por su tacañería, se marchó de su tierra para evitar más complicaciones, y decidió marchar hasta Medina del Campo, donde compró su vivienda vieja, y se gastó dinero en arreglarla, los albañiles tuvieron que amenazarle, ya que el pagar era para él un castigo, pero al ver la cara de aquellos hombres del Río Zapardiel, tuvo que darles dinero todos los días, ya que si no le dejaban la obra a medias, Su fama de gran tacaño corría por las calles de Medina, y cuando daba algún paseo con su esposa la decía, no vamos andar mucho que se gastan las suelas de los zapatos, no entraban en las tiendas de dicha ciudad, siempre tenía excusa para decir que era un vicio malo el comprar, Su cuenta de dinero estaba en un banco, y sus fincas de la Castilla Sedienta tuvo que ir vendiéndolas poco a poco, ya que sus reservas en casa se le iban agotando, Este hombre que no quiso tener familia por tacañería económica, decía de vez en cuando a su esposa, menos mal que no tenemos hijos, si no nos habrían desplumado, dejándonos sin dinero, el matrimonio se hizo mayor, y la esposa fallecía, y viéndose sin fuerza para seguir solo en su casa, intento buscar una señora de compañía, cosa que no logró, ya que quería darle solo la comida sin ningún sueldo, y termino en el asilo de las hermanitas de la caridad, donde una vez allí dentro, le hablaron de dejarlas todo su pequeño capital para la economía de esa residencia, El hombre viéndose solo y sin tener mucha salud, recordaba la paliza del cubero, y pensaba estas mujeres me van a dar con el misal en las costillas, tendré que dejarlas todo lo que ha sido mío, para que me digan misas después de muerto, Y que ya no puedo disfrutar de ello. Poco tiempo después el hombre aquel se quedó dormido para el resto de la eternidad. G X Cantalapiedra.