LA SECA: AQUELLA NOCHE DE FEBRERO DEL AÑO 1948. ...

AQUELLA NOCHE DE FEBRERO DEL AÑO 1948.
Aquel hombre venido desde Madrid, para llegar al entierro de su madre, era una noche invernal, la nieve caía sobre los Campos de Castilla la Vieja, en aquellos años todo parecía imposible, más este hombre que trabajaba en el Hospital militar de Gómez Ulla de Madrid, por haber sido combatiente en la guerra incivil española, al recibir la noticia se puso en marcha, y sin ningún problema llegó a la Estación del Norte de la capital de España, donde el primer tren que salía para Valladolid era un tranvía, que paraba en todas estaciones, y su recorrido era de siete horas hasta la ciudad del Pisuerga. Este hombre se quedo en Medina del Campo, estación de ferrocarril heladora en invierno, donde intento encontrar un taxi que le llevara a su pueblo, que estaba de distancia a 11, kilómetros, eso sí con la carretera de tierra y mal pavimento, nadie se quería arriesgar, a esa noche tratar de llegar hasta allí, la nieve caía helada, el suelo era una pista de patinaje, y este hombre menos mal que traía puesto unas botas de esas que se llevaban entonces en la mili, tenia de ropa un abrigo de aquellos que parecían largos, pero sin capucha, que logro hacerse con un pañuelo que tenía encima, el hombre desesperado, al no ver ningún vehículo que pudiera llevarle, se decidió a salir camino de su villa, y nada más empezar a caminar sobre la nieve, viendo que no paraba de nevar en esas horas de la madrugada, pensó cuando resulto herido en la Sierra de Albarracín, y sacando fuerza de no sabe dónde, logro llegar a la retaguardia sangrando todo el camino, ahora lo estaba pasando mal, más pensaba en aquellos momentos que su madre estaba de cuerpo presente, y dando gracias a la vida, por estar vivo, por ser un hombre sin ataduras, ni ideas que le hubieran marcado toda su vida. y por caminar sin miedo de nada hasta llegar a la casa de sus padres, donde toda la familia le arropo dando ropa seca y calor, además de agradecer con creces su presencia en aquellos momentos duros. Esta historia me la contó ese hombre una noche en Madrid, en otro duelo. La vida sigue, los hombres pueden dejar huellas, mejor que sean humanas y sencillas. G X Cantalapiedra.