LA SECA: AQUEL HOMBRE TAN TACAÑO...

AQUEL HOMBRE TAN TACAÑO
Aquel hombre nacido en un lugar de Castilla, era tan tacaño que ni daba los buenos días, si acaso los prestaba, no se ponía los zapatos de festivos para que le duraran toda su vida, no se quería casar por no mantener a una mujer, Era tan tacaño que no pisaba en la iglesia por no echarle calderilla al cepillo, no les daba demasiada comida a sus acémilas para que no engordaran, e incluso negaba los favores más normales, como poder dejar una reja o un arado a un vecino, Este hombre hace cien años no pisaba en ningún bar ni casino de labradores, por no pagar la cuota, toda su vida fue una tacañería, pensaba que los trajes de pana eran para toda su vida, y no daba ninguna limosna para no incluir sus gastos, en la era estaba constantemente echando agua en los hormigueros, para evitar que las hormigas se llevaran algún grano, Era su vida la tacañería de un gran tacaño, queriéndose hacer rico a cuenta de sus efectos de ahorrar en toda su vida, más la muerte de un primo le hizo mucho que pensar, dándose cuenta que todos sus ahorros se quedarían en este mundo, y que ni hijos ni nietos podrían heredar su fortuna, Con cincuenta años quiso casarse, pero ninguna mujer de su localidad le hacia caso, al conocer su historia de gran tacaño, intento buscar mujer en los lugares de alrededor, pero le resulto imposible, se le notaba a la legua su tacañería, que afloraba en cualquier momento, nadie le tomaba en serio, ya que los pobres que mendingaban en su localidad, eran despedidos sin recibir ni un solo grano de trigo, y aun menos de garbanzos o almortas, el hombre aburrido al verse solo y perdido en su miseria constante, logró que una señora mayor le limpiara la casa, le hiciera alguna comida sabrosa y le pusiera su ropa que era muy poca y vieja en orden, este hombre por no gastar ni había cenado muchos días cuando estuvo solo, más su tacañería le podría el alma, al ver que aquella mujer mayor, le pedía dinero para comprar sardinas, queriendo que la sirvienta las pagara de su bolsillo. Esta señora mayor termino dejándole solo, y una noche de invierno de esas que en Castilla se hielan las palabras, En su cama echa de poca lana, por su tacañería de no tener suficientes mantas, se moría de frío a las tres de la madrugada. Un sobrino que después heredaría, le encontró congelado, de muy poco le sirvió ser un gran tacaño, de este mundo nada se llevó, incluso la caja y todo su funeral fue al estilo pobre, y al estar enterrado alguien comentó, este hombre no tenía derecho a ser enterrado, ya que ni quiso en vida pagar al pobre enterrador en la muerte de sus padres. G X Cantalapiedra.