ERA IMPOSIBLE EL RETORNO CON VIDA,
Aquel hombre ya mayor con 87, años, cansado de fumar desde su juventud, con dos guerras en su piel, el año 1999, ante un ataque de tos y fiebre, y con sus pulmones como si tuvieran hollín, decidieron sus hijos llevarle a Madrid, en el Hospital de Gregorio Marañón fue ingresado, y en sus consultas al verse peor, el hombre aquel le pidió al medico que le revisaba, que le diera la eutanasia cosa que él médico se negó, este hombre con 87, años aquella noche le comentó a su hijo mayor, estuve en dos guerras entre las balas y bombas, que por cierto un día cayeron sobre una barda de tapia donde nos refugiábamos los soldados, sin llegar a explotar, fue cerca de Brunete. Y la otra vez en la revolución de Asturias, donde los cañonazos y disparos de los mineros no eran ninguna broma. Y nunca pasé miedo, ahora tengo que partir a una nueva dimensión, esto se acaba, la llamada cafetera que me ponen en la nariz y la boca no me desatasca los pulmones, y aquella noche este hombre se confesó con su hijo, diciéndole, nunca hice daño a nadie a sabiendas, ni mate a ninguna persona atada, si existe otra vida más allá, no la tengo ningún miedo, ya que mi dignidad siempre fue superior a lo que me mandaban mis superiores en el ejército, puedo morir tranquilo, yo quise siempre enseñaros a ser lo primero personas, y luego la dignidad por delante, con mucha humanidad, para poder caminar con la frente erguida, sin miedo a que os pudieran decir cualquier cosa que no fuera cierta. Días después este hombre fallecía, era como siempre el mes de octubre, de estos otoños que dejan lagrimas por el camino, sus cenizas fueron esparcidas en las tierras castellanas, donde las llanuras se pierden en el horizonte. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre ya mayor con 87, años, cansado de fumar desde su juventud, con dos guerras en su piel, el año 1999, ante un ataque de tos y fiebre, y con sus pulmones como si tuvieran hollín, decidieron sus hijos llevarle a Madrid, en el Hospital de Gregorio Marañón fue ingresado, y en sus consultas al verse peor, el hombre aquel le pidió al medico que le revisaba, que le diera la eutanasia cosa que él médico se negó, este hombre con 87, años aquella noche le comentó a su hijo mayor, estuve en dos guerras entre las balas y bombas, que por cierto un día cayeron sobre una barda de tapia donde nos refugiábamos los soldados, sin llegar a explotar, fue cerca de Brunete. Y la otra vez en la revolución de Asturias, donde los cañonazos y disparos de los mineros no eran ninguna broma. Y nunca pasé miedo, ahora tengo que partir a una nueva dimensión, esto se acaba, la llamada cafetera que me ponen en la nariz y la boca no me desatasca los pulmones, y aquella noche este hombre se confesó con su hijo, diciéndole, nunca hice daño a nadie a sabiendas, ni mate a ninguna persona atada, si existe otra vida más allá, no la tengo ningún miedo, ya que mi dignidad siempre fue superior a lo que me mandaban mis superiores en el ejército, puedo morir tranquilo, yo quise siempre enseñaros a ser lo primero personas, y luego la dignidad por delante, con mucha humanidad, para poder caminar con la frente erguida, sin miedo a que os pudieran decir cualquier cosa que no fuera cierta. Días después este hombre fallecía, era como siempre el mes de octubre, de estos otoños que dejan lagrimas por el camino, sus cenizas fueron esparcidas en las tierras castellanas, donde las llanuras se pierden en el horizonte. G X Cantalapiedra.