JUDIT CALVO «Vivo un dolor inmenso por mis nietas, que no se qué vida están llevando con su padre. Estoy dispuesta a todo por verlas de nuevo». Con esta fuerza y convicción, la zamorana Lourdes Calvo, de 89 años, piensa recuperar el derecho a ver sus nietas, que residen en Valladolid, una concesión por la que lleva litigando tres años.
El juicio por el régimen de visitas se celebrará mañana miércoles en el Juzgado de Primera Instancia número 10 de Valladolid, una vista en la que la abuela luchará por poder ver a sus nietas cada quince días y que sea su exyerno el que se encargue de traérselas hasta Zamora, ya que para ella es muy complicado realizar el viaje debido a su avanzada edad.
Las menores, dos niñas de 9 y 12 años, residen en la actualidad con su padre, un holandés que cambió de sexo, en la localidad de Laguna de Duero, en Valladolid, hasta donde Lourdes se ha desplazado hasta en tres ocasiones para ver a sus nietas por los barrotes del patio del colegio. «Cogía el autobús hasta Valladolid y luego hasta el pueblo y las veía un momento, pero solo hasta que el padre se enteró, les metió miedo y escaparon de mi en cuanto me vieron», recuerda la octogenaria, que asegura que fueron unos momentos muy duros, «porque un profesor me tuvo que meter dentro del colegio por la crisis que estaba sufriendo, mientras que mis nietas lloraban el patio. Fue un espectáculo. No pude volver», relata angustiada.
El conflicto que se dilucidará en la vista se remonta al mes de abril de 2009, cuando falleció la hija de la octogenaria y entonces su exmarido, el holandés, M. V. D. M, con quien había residido en un piso en la capital vallisoletana y del que ya se encontraba divorciada, se hizo cargo de la guardia y custodia de las dos menores, de acuerdo con la decisión acordada el 12 de marzo de 2010 por el Juzgado de Primera Instancia 10, según recoge la agencia Europa Press.
El abogado de la mujer, que se encargó de la demanda de divorcio de la madre de las niñas antes de su muerte, asegura que «es factible conseguir el régimen de visitas, porque lo del padre no tiene nombre», se pronuncia Jaime Sanz, de Safe Abogados, que recuerda aún con asombro como se presentó al juicio anterior, en el mes de octubre, «con una minifalda y enseñando tatuajes... ahí mismo me enteré de que había cambiado de sexo. Lo que está viviendo esta mujer es una injusticia y no puede quedar así», explica el letrado.
Por su parte, Lourdes Calvo espera con optimismo la celebración del juicio de mañana para poder recuperar a las que considera sus propias hijas. «Yo vivía con ellos en Valladolid y yo las crié mientras residía con mi hija, porque las niñas se sacan solo catorce meses y cada una íbamos con un carrito. No me quito de la cabeza como gritaban mis nietas, que se querían quedar conmigo cuando le dieron la custodia a su padre», rememora la abuela, que les había comprado los vestidos de comunión a sus nietas, que no llegaron a estrenar porque el padre las alejó de ella hasta la actualidad.
La abuela de las niñas no puede ponerse en contacto con las menores ni por vía telefónica, ya que según parece el padre les prohibe contestar al aparato, «lo he intentado todo y lo seguiré intentando, la vida no me ha tratado bien y quiero ver a mis nietas el tiempo que pueda», reclama la abuela, viuda desde hace años, y que perdió a su hija en 2009 tras un cáncer y a su hijo, hace cuatro años de forma repentina.
Las dos niñas son la única familia que le queda a esta zamorana de 89 años que reclama poder tener contacto con las niñas, que ahora rehuyen de ella, al parecer por consejo de su padre
El juicio por el régimen de visitas se celebrará mañana miércoles en el Juzgado de Primera Instancia número 10 de Valladolid, una vista en la que la abuela luchará por poder ver a sus nietas cada quince días y que sea su exyerno el que se encargue de traérselas hasta Zamora, ya que para ella es muy complicado realizar el viaje debido a su avanzada edad.
Las menores, dos niñas de 9 y 12 años, residen en la actualidad con su padre, un holandés que cambió de sexo, en la localidad de Laguna de Duero, en Valladolid, hasta donde Lourdes se ha desplazado hasta en tres ocasiones para ver a sus nietas por los barrotes del patio del colegio. «Cogía el autobús hasta Valladolid y luego hasta el pueblo y las veía un momento, pero solo hasta que el padre se enteró, les metió miedo y escaparon de mi en cuanto me vieron», recuerda la octogenaria, que asegura que fueron unos momentos muy duros, «porque un profesor me tuvo que meter dentro del colegio por la crisis que estaba sufriendo, mientras que mis nietas lloraban el patio. Fue un espectáculo. No pude volver», relata angustiada.
El conflicto que se dilucidará en la vista se remonta al mes de abril de 2009, cuando falleció la hija de la octogenaria y entonces su exmarido, el holandés, M. V. D. M, con quien había residido en un piso en la capital vallisoletana y del que ya se encontraba divorciada, se hizo cargo de la guardia y custodia de las dos menores, de acuerdo con la decisión acordada el 12 de marzo de 2010 por el Juzgado de Primera Instancia 10, según recoge la agencia Europa Press.
El abogado de la mujer, que se encargó de la demanda de divorcio de la madre de las niñas antes de su muerte, asegura que «es factible conseguir el régimen de visitas, porque lo del padre no tiene nombre», se pronuncia Jaime Sanz, de Safe Abogados, que recuerda aún con asombro como se presentó al juicio anterior, en el mes de octubre, «con una minifalda y enseñando tatuajes... ahí mismo me enteré de que había cambiado de sexo. Lo que está viviendo esta mujer es una injusticia y no puede quedar así», explica el letrado.
Por su parte, Lourdes Calvo espera con optimismo la celebración del juicio de mañana para poder recuperar a las que considera sus propias hijas. «Yo vivía con ellos en Valladolid y yo las crié mientras residía con mi hija, porque las niñas se sacan solo catorce meses y cada una íbamos con un carrito. No me quito de la cabeza como gritaban mis nietas, que se querían quedar conmigo cuando le dieron la custodia a su padre», rememora la abuela, que les había comprado los vestidos de comunión a sus nietas, que no llegaron a estrenar porque el padre las alejó de ella hasta la actualidad.
La abuela de las niñas no puede ponerse en contacto con las menores ni por vía telefónica, ya que según parece el padre les prohibe contestar al aparato, «lo he intentado todo y lo seguiré intentando, la vida no me ha tratado bien y quiero ver a mis nietas el tiempo que pueda», reclama la abuela, viuda desde hace años, y que perdió a su hija en 2009 tras un cáncer y a su hijo, hace cuatro años de forma repentina.
Las dos niñas son la única familia que le queda a esta zamorana de 89 años que reclama poder tener contacto con las niñas, que ahora rehuyen de ella, al parecer por consejo de su padre