MÁS ALLÁ DE LA MISERIA BANCARIA
Sería hermoso creer en la luz cuando aún es de noche, pero el resplandor hace muy largo el sueño y, también insoportable la espera, o quizá mejor aún la razón o la sinrazón del poder, para ellos bien calculado.
Los banqueros ya se han hecho acreedores de una pesadilla, (posiblemente también de ser reos de criminalidad), pesadilla fantasmagórica y, para quien ha perdido el piso y sus ahorros algo apocalíptico. Son los jinetes con sus látigos negros del poder económico, galopando con sus pezuñas por encima de los anhelos de los clientes. Entre los entresijos bursátiles, entre despachos enmoquetados y yates, haciéndonos un flaco favor económico, es decir, lo contrario de lo que uno esperaba que fuera algún día el sistema bancario que protegiese a todos los españoles con “El banco de España” al frente.
Claro que ya la palabrita “inversión” no deja de ser ambigua. Sinónimo de ganancia futura o viceversa, es decir pérdida inmediata (Inversión del sujeto pasivo). Parecido a la palabra impuesto o reverso, (vaya lío que me puedo hacer con la etimología de estas palabritas…).
Ya he dicho en varias ocasiones que los banqueros siempre andan regalando paraguas, para quitárnoslos cuando llueve. Y es que tendríamos que denunciar con más energía muchos abusos y engaños sistemáticos de los mal llamados economistas y financieros amigos de lo ajeno viendo los resultados, con tomaduras de pelo incluidas. Gente que te engaña con cara de buenas personas mirándote a los ojos, haciéndote propuestas “honestas”, a las que seguramente la justicia tendrá que pedir cuentas algún día.
Es curioso que la miseria humana (de miserable), siempre viaje en el mismo compartimento que lo gestiona y, tenga tantísimo poder económico.
Las oficinas bancarias ahora ya son bazares llenos de bicicletas, vajillas, relojes y juegos de cama. Nos ofrecen seguros de vida a un paso de la felicidad… Nos enseñan paraísos soñados, nos transportan en maravillosos balandros y sonrisas pintadas o vacaciones eternamente juveniles… ¡Engaños! Basta ya de cuentos. Llamemos las cosas por su nombre.
Lo de la crisis es mucho más profundo que lo económico, va más lejos de la mala política, más bien se trata de una codicia peligrosa, en la que nos están metiendo el miedo en el cuerpo con la prima de riesgo –o la prima de su madre- de la cual los mal llamados economistas hablan sin dar solución, sólo pesimismo. Como nos dicen: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Ellos sí que viven, con sus millonarias indemnizaciones de cajas y bancos que más que robos, son agresiones al sistema económico, en el que parece que todos los gobernantes les ríen las gracias.
De qué sirve cambiar unos partidos por otros en unas elecciones. Una democracia, más bien dictadura del miedo a perderlo todo, en la que sólo se habla, pero se coge el rábano por las hojas, mientra permite un mundo cada vez peor. La injusticia generalizada en este mundo de locos en el cual aumenta la violencia es el resultado. Y, hasta puede explotarnos a todos en las manos sin que nadie pueda remediarlo después.
Hay que reconocer que el mal está en esta cultura de mediocres, en la que nos estamos acostumbrando a un sistema tan inhumano que hemos terminado por aceptar como estado natural. Quizá las causas estriban en nuestra propia naturaleza, donde si hay alguien brillante o capaz de cambiar el mundo suele provocar recelos. Nos conformamos con ver las malas noticias y los eternos debates televisados, que de poco sirven, ni con manifestaciones o con lamentables huelgas generales. Los banqueros, los políticos, los multimillonarios, la Santa Madre Iglesia, etc… se miran unos a otros; algunos bien instalados en sus paraísos fiscales. Se culpan unos a otros, sin aportar nada provechoso para el bien común, sólo el drama de sobrevivir cada día más desahuciados.
Jefes que se rodean de inútiles para disimular su propia inutilidad.
¿Cambio de época…? Mientras llega la verdadera solución, entre ladrones y canallas, alguien se morirá de hambre, mientras otros se están haciendo tan ricos, que sólo tendrán dinero más allá de la miseria bancaria.
Jacinto Herreras Martín
Sería hermoso creer en la luz cuando aún es de noche, pero el resplandor hace muy largo el sueño y, también insoportable la espera, o quizá mejor aún la razón o la sinrazón del poder, para ellos bien calculado.
Los banqueros ya se han hecho acreedores de una pesadilla, (posiblemente también de ser reos de criminalidad), pesadilla fantasmagórica y, para quien ha perdido el piso y sus ahorros algo apocalíptico. Son los jinetes con sus látigos negros del poder económico, galopando con sus pezuñas por encima de los anhelos de los clientes. Entre los entresijos bursátiles, entre despachos enmoquetados y yates, haciéndonos un flaco favor económico, es decir, lo contrario de lo que uno esperaba que fuera algún día el sistema bancario que protegiese a todos los españoles con “El banco de España” al frente.
Claro que ya la palabrita “inversión” no deja de ser ambigua. Sinónimo de ganancia futura o viceversa, es decir pérdida inmediata (Inversión del sujeto pasivo). Parecido a la palabra impuesto o reverso, (vaya lío que me puedo hacer con la etimología de estas palabritas…).
Ya he dicho en varias ocasiones que los banqueros siempre andan regalando paraguas, para quitárnoslos cuando llueve. Y es que tendríamos que denunciar con más energía muchos abusos y engaños sistemáticos de los mal llamados economistas y financieros amigos de lo ajeno viendo los resultados, con tomaduras de pelo incluidas. Gente que te engaña con cara de buenas personas mirándote a los ojos, haciéndote propuestas “honestas”, a las que seguramente la justicia tendrá que pedir cuentas algún día.
Es curioso que la miseria humana (de miserable), siempre viaje en el mismo compartimento que lo gestiona y, tenga tantísimo poder económico.
Las oficinas bancarias ahora ya son bazares llenos de bicicletas, vajillas, relojes y juegos de cama. Nos ofrecen seguros de vida a un paso de la felicidad… Nos enseñan paraísos soñados, nos transportan en maravillosos balandros y sonrisas pintadas o vacaciones eternamente juveniles… ¡Engaños! Basta ya de cuentos. Llamemos las cosas por su nombre.
Lo de la crisis es mucho más profundo que lo económico, va más lejos de la mala política, más bien se trata de una codicia peligrosa, en la que nos están metiendo el miedo en el cuerpo con la prima de riesgo –o la prima de su madre- de la cual los mal llamados economistas hablan sin dar solución, sólo pesimismo. Como nos dicen: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Ellos sí que viven, con sus millonarias indemnizaciones de cajas y bancos que más que robos, son agresiones al sistema económico, en el que parece que todos los gobernantes les ríen las gracias.
De qué sirve cambiar unos partidos por otros en unas elecciones. Una democracia, más bien dictadura del miedo a perderlo todo, en la que sólo se habla, pero se coge el rábano por las hojas, mientra permite un mundo cada vez peor. La injusticia generalizada en este mundo de locos en el cual aumenta la violencia es el resultado. Y, hasta puede explotarnos a todos en las manos sin que nadie pueda remediarlo después.
Hay que reconocer que el mal está en esta cultura de mediocres, en la que nos estamos acostumbrando a un sistema tan inhumano que hemos terminado por aceptar como estado natural. Quizá las causas estriban en nuestra propia naturaleza, donde si hay alguien brillante o capaz de cambiar el mundo suele provocar recelos. Nos conformamos con ver las malas noticias y los eternos debates televisados, que de poco sirven, ni con manifestaciones o con lamentables huelgas generales. Los banqueros, los políticos, los multimillonarios, la Santa Madre Iglesia, etc… se miran unos a otros; algunos bien instalados en sus paraísos fiscales. Se culpan unos a otros, sin aportar nada provechoso para el bien común, sólo el drama de sobrevivir cada día más desahuciados.
Jefes que se rodean de inútiles para disimular su propia inutilidad.
¿Cambio de época…? Mientras llega la verdadera solución, entre ladrones y canallas, alguien se morirá de hambre, mientras otros se están haciendo tan ricos, que sólo tendrán dinero más allá de la miseria bancaria.
Jacinto Herreras Martín