MÁS ALLÁ DE LA SOLEDAD
Mirando la magia de la pintura, la música o leyendo y escribiendo se pasa la vida como en un viaje sin retorno, más bien el último viaje que la vida nos brinda para ir reflexionado por el camino… Escribiendo mi libro siempre inacabado, esparciendo las páginas por internet, como las hojas de los árboles que mueren en otoño, más bien en un campo desierto con las semillas sin germinar. (…) Quizá los nietos un día lo lean. Los nietos, a lo mejor se pregunten por la cultura autodidacta de su abuelo, que pensaba que la mejor cultura es lo que queda, después que olvidamos todo aquello que aprendimos. Un abuelo que escribía lo de “El pájaro solitario” en un mundo extraño, sueños y realidades de una vida fugaz. El eterno retorno, como la insoportable levedad del ser que diría Milán Kundera en calados más profundos.
Releyendo a Samuel Beckertt lo del teatro del absurdo “Esperando a Godot”, ya estoy templado… ja, ja, ja. Me rio un poco de mí mismo, sin mirarme demasiado al espejo. Es preferible escuchar a Verdi o a Wagner y, seguir escribiendo algo que lo guardaré o lo pondré en Facebook inútilmente para que apenas alguien lo lea… escribir para uno mismo a pesar de todo, ya que cierta soledad sonora no deja de ser un estado confortable que te permite buscar algo más, o dejar de buscar. Mirar lo que ya no importa demasiado y pensar con libertad, (algo que no tuvo Marcos Ana 22 años prisionero, absurdamente). La libertad de elegir como vivir, es un acto gratuito, pero muy particular e intransferible de cada persona. Así lo hicieron muchos creadores como Wagner, ahora que le escucho, para mí un trasgresor que rompió moldes establecidos en el lenguaje musical. Revolucionario libre y profundo. Se puede uno pasar cinco horas escuchando una de sus óperas y, se te hace corto.
Con los escritores malditos me pasa igual. Beckertt escribía las conversaciones absurdas con su mujer sin personajes. Curioso. En el teatro del absurdo decía “Somos vagabundos al lado de un árbol, el tiempo no pasa y la espera se hace insoportable”. Un poema de él “Quisiera que mi amor muriera, que lloviese sobre el cementerio y las calles por las que voy llorando a aquella que creyó amarme”. Decía Nietzsche también “lo absurdo de una cosa no prueba nada contra su existencia; es más bien condición de ella”.
Imbuido en el arte de la música, la lectura y la pintura parece que me estremece y, me deja pasar el tiempo en este caminar rápido y lento de la vida. Muchos escritores se han desgañitado por contarnos sus inquietudes y, todo pasa como algo fugaz que nos lleva inexorablemente a las sombras… La diferencia de estar vivo o estar vegetando en esencia es un acto de consciencia. Ya decía Kafka, que no era muy poeta, lo del hacha de cristal, que corta el corazón helado que no sangra. Me quedo con los poetas como Miguel Hernández que escribió los más profundos sonetos de amor a su mujer, también desde una cárcel. Se puede estar prisionero y, meter al mundo en la celda para presentir la auténtica libertad del espíritu que vuela por todo el universo...
La soledad en silencio nos lleva también a la tumba, o a las cenizas que ahora la Iglesia prohíbe esparcir cuando morimos. Mientras que, a mi edad, es muy bonito ver a los nietos que van creciendo como la mala hierba y, algún día puedan leer estos soliloquios que se le ocurren a su abuelo. Quizá ellos lo lean en otro tiempo más sereno y consecuente, en un mundo que pueda cambiar algo a mejor. Con más conciencia y justicia, mientras yo ahora sueño y escribo algo, más allá de la soledad.
Jacinto Herreras Martín
Mirando la magia de la pintura, la música o leyendo y escribiendo se pasa la vida como en un viaje sin retorno, más bien el último viaje que la vida nos brinda para ir reflexionado por el camino… Escribiendo mi libro siempre inacabado, esparciendo las páginas por internet, como las hojas de los árboles que mueren en otoño, más bien en un campo desierto con las semillas sin germinar. (…) Quizá los nietos un día lo lean. Los nietos, a lo mejor se pregunten por la cultura autodidacta de su abuelo, que pensaba que la mejor cultura es lo que queda, después que olvidamos todo aquello que aprendimos. Un abuelo que escribía lo de “El pájaro solitario” en un mundo extraño, sueños y realidades de una vida fugaz. El eterno retorno, como la insoportable levedad del ser que diría Milán Kundera en calados más profundos.
Releyendo a Samuel Beckertt lo del teatro del absurdo “Esperando a Godot”, ya estoy templado… ja, ja, ja. Me rio un poco de mí mismo, sin mirarme demasiado al espejo. Es preferible escuchar a Verdi o a Wagner y, seguir escribiendo algo que lo guardaré o lo pondré en Facebook inútilmente para que apenas alguien lo lea… escribir para uno mismo a pesar de todo, ya que cierta soledad sonora no deja de ser un estado confortable que te permite buscar algo más, o dejar de buscar. Mirar lo que ya no importa demasiado y pensar con libertad, (algo que no tuvo Marcos Ana 22 años prisionero, absurdamente). La libertad de elegir como vivir, es un acto gratuito, pero muy particular e intransferible de cada persona. Así lo hicieron muchos creadores como Wagner, ahora que le escucho, para mí un trasgresor que rompió moldes establecidos en el lenguaje musical. Revolucionario libre y profundo. Se puede uno pasar cinco horas escuchando una de sus óperas y, se te hace corto.
Con los escritores malditos me pasa igual. Beckertt escribía las conversaciones absurdas con su mujer sin personajes. Curioso. En el teatro del absurdo decía “Somos vagabundos al lado de un árbol, el tiempo no pasa y la espera se hace insoportable”. Un poema de él “Quisiera que mi amor muriera, que lloviese sobre el cementerio y las calles por las que voy llorando a aquella que creyó amarme”. Decía Nietzsche también “lo absurdo de una cosa no prueba nada contra su existencia; es más bien condición de ella”.
Imbuido en el arte de la música, la lectura y la pintura parece que me estremece y, me deja pasar el tiempo en este caminar rápido y lento de la vida. Muchos escritores se han desgañitado por contarnos sus inquietudes y, todo pasa como algo fugaz que nos lleva inexorablemente a las sombras… La diferencia de estar vivo o estar vegetando en esencia es un acto de consciencia. Ya decía Kafka, que no era muy poeta, lo del hacha de cristal, que corta el corazón helado que no sangra. Me quedo con los poetas como Miguel Hernández que escribió los más profundos sonetos de amor a su mujer, también desde una cárcel. Se puede estar prisionero y, meter al mundo en la celda para presentir la auténtica libertad del espíritu que vuela por todo el universo...
La soledad en silencio nos lleva también a la tumba, o a las cenizas que ahora la Iglesia prohíbe esparcir cuando morimos. Mientras que, a mi edad, es muy bonito ver a los nietos que van creciendo como la mala hierba y, algún día puedan leer estos soliloquios que se le ocurren a su abuelo. Quizá ellos lo lean en otro tiempo más sereno y consecuente, en un mundo que pueda cambiar algo a mejor. Con más conciencia y justicia, mientras yo ahora sueño y escribo algo, más allá de la soledad.
Jacinto Herreras Martín