Situada al sur de la ciudad de Valladolid, y camino de Segovia a través de los Portillos, el Alto y el Bajo, también llamado Arrabal. En tierra llana, toda ella regadía, tuvo en tiempos un clima regular por culpa precisamente del terreno húmedo y pantanoso. Capital maderera de la provincia, famosa por sus pinares y sus piñones.
El término de Pedrajas limita con los de Megeces, Cogeces, Villaverde, Iscar, Valviadero y Alcazarén.

Pedrajas tiene una iglesia parroquial, funcional y cómoda, dedicada a su patrón San Esteban Protomártir. En tiempos fueron restaurados muros y cubiertas. De airosa torre cuadrada, ofrece también un poyo que la recorre a todo lo largo, por si los viandantes lo hubieren menester.
En torno a la iglesia, la explanada peca de un gris excesivo y las casas de alrededor, pequeñas y muy suyas, forman filas en silencioso corro.
El pueblo dispone de varias fuentes. Antaño había sólo una, de un solo caño, para más señas, de latón. De esta primera fuente toma su nombre la calle, calle del Caño la llaman. Las buhardillas de sus casas vigilan no se desate el silencio en esta tierra de pinares.

El lunes siguiente al de Pascua, los del pueblo celebran romería a la Virgen de Sacedón. Se encuentra el lugar a unos tres kilómetros de la villa y, para llegarse allí, hay que atravesar los pinares que se llaman del Concejo. Después, los romeros se reúnen entorno a una fuente, fuente que, dice la tradición, honró la Señora cuando se apareció a un pastor. Entonces se subastaban las andas y es costumbre pujar con dinero para tener el privilegio de cargar con la santa imagen.
En otros tiempos, los vecinos de Pedrajas corrían los novillos por San Esteban. El problema es que su día, en la primera semana de agosto, interrumpía la cosecha y sus labores, así que para no perder tiempo y aprovechar las ganas de marcha que siempre provocan estas fiestas, trasladaron la juerga al día de San Agustín, en los úlitmos de agosto.

Aquí son famosos los cacharros y los alfares y también sus "zapatillas", que no se ponen en los pies, a pesar de su nombre, sino en la boca y bien ricas que saben.
Viloria y Cogeces nos esperan en nuestro camino hacia Iscar, donde la parada resulta obligada, entre otras cosas, para llevarse unas "ciegas", inestimable delicia de gargantúas y golosos.
Pedrajas y sus piñones, y Olmedo, la ciudad del Caballero, prez de Castilla y orgullo de castellanos, sitúan al viajero en tierras de Mojados, famosa por sus iglesias de arte mudéjar. Antes de volver a casa, aconsejamos hacer un alto en Boecillo y visitar sus bodegas: sirven unas morcillas de chuparse los dedos.