MÁS ALLÁ DE LA DUDA
La muerte de José Luis Martín Descalzo, ha supuesto para mí un mazazo al sentimiento, que hurga y me impide permanecer indiferente.
Su testimonio y su obra literaria es un canto a la reflexión, que invita a mirar hacia el interior más allá de las dudas de fe, haciéndome que bullan preguntas de difícil respuesta, sobre el sentido de la vida, si uno sabe escucharse por dentro en este mundo moderno tan ruidoso.
La puerta espiritual de la fe, la cual uno puede o no abrir desde dentro, a Descalzo se le notaba bien ese trasfondo de haber encontrado la verdad. Una misteriosa presencia anímica a través de su sonrisa atormentada, pero al mismo tiempo feliz de poseer la luz.
Yo le conocí en los años sesenta, cuando estaba en la redacción de Gaceta del Norte
en Bilbao. Su corazón limpio supo acoger al muchacho de pueblo, con afán de comunicar y aprender. Un amplio corazón, que buscaba la huella de Cristo en este mundo – Quizá empujado por el amigo cura del pueblo, con el que había conocido su libro, del premio Nadal del 57 La frontera de Dios-.
Le recuerdo en largos paseos bajo el chirimiri de Bilbao cerca de la casa sacerdotal de Begoña. Siempre tuve la ilusión de encontrarle, para recordar aquel tiempo lejano. Pero ya no podré hacerlo – al menos aquí-, conservo de él una cruz de madera con una reliquia, un pedacito de piedra del Gólgota, (la cual estaría allí contemplando la pasión de Cristo).
El también vivió su pasión, con la suerte de tener un púlpito televisivo multitudinario al crear un programa, que aún sigue en antena, Pueblo de Dios. Donde poder sembrar la esperanza, más allá del dolor, envolviéndonos con su palabra y su sonrisa misteriosa.
Yo quiero rendirle un poema, el primer soneto que yo hice en mi vida. Recordando a Bernanos, del que hablamos muchas veces, y de su inolvidable libro El diario de un cura rural del que tomo como título la última frase del libro.
Todo es ya gracia
Y llegaste al final de tu calvario
hoguera de tu noche convertida
arrastrando la cruz bajo tu herida
pudiste al fin volar de tu sudario.
Más allá del dolor existe un cielo
no se si al morir, hoy estas muerto
o vives sin vivir en esta vida
ya que en el silencio te presiento.
Tuviste a Cristo, guía en tu camino
bebiendo de su amor en tu plegaria
y subiste por el gólgota a su fuego.
La frontera final de la esperanza
a tientas en la noche, oscura noche
llegó por fin tu paz, “todo es ya gracia”.
Jacinto Herreras
La muerte de José Luis Martín Descalzo, ha supuesto para mí un mazazo al sentimiento, que hurga y me impide permanecer indiferente.
Su testimonio y su obra literaria es un canto a la reflexión, que invita a mirar hacia el interior más allá de las dudas de fe, haciéndome que bullan preguntas de difícil respuesta, sobre el sentido de la vida, si uno sabe escucharse por dentro en este mundo moderno tan ruidoso.
La puerta espiritual de la fe, la cual uno puede o no abrir desde dentro, a Descalzo se le notaba bien ese trasfondo de haber encontrado la verdad. Una misteriosa presencia anímica a través de su sonrisa atormentada, pero al mismo tiempo feliz de poseer la luz.
Yo le conocí en los años sesenta, cuando estaba en la redacción de Gaceta del Norte
en Bilbao. Su corazón limpio supo acoger al muchacho de pueblo, con afán de comunicar y aprender. Un amplio corazón, que buscaba la huella de Cristo en este mundo – Quizá empujado por el amigo cura del pueblo, con el que había conocido su libro, del premio Nadal del 57 La frontera de Dios-.
Le recuerdo en largos paseos bajo el chirimiri de Bilbao cerca de la casa sacerdotal de Begoña. Siempre tuve la ilusión de encontrarle, para recordar aquel tiempo lejano. Pero ya no podré hacerlo – al menos aquí-, conservo de él una cruz de madera con una reliquia, un pedacito de piedra del Gólgota, (la cual estaría allí contemplando la pasión de Cristo).
El también vivió su pasión, con la suerte de tener un púlpito televisivo multitudinario al crear un programa, que aún sigue en antena, Pueblo de Dios. Donde poder sembrar la esperanza, más allá del dolor, envolviéndonos con su palabra y su sonrisa misteriosa.
Yo quiero rendirle un poema, el primer soneto que yo hice en mi vida. Recordando a Bernanos, del que hablamos muchas veces, y de su inolvidable libro El diario de un cura rural del que tomo como título la última frase del libro.
Todo es ya gracia
Y llegaste al final de tu calvario
hoguera de tu noche convertida
arrastrando la cruz bajo tu herida
pudiste al fin volar de tu sudario.
Más allá del dolor existe un cielo
no se si al morir, hoy estas muerto
o vives sin vivir en esta vida
ya que en el silencio te presiento.
Tuviste a Cristo, guía en tu camino
bebiendo de su amor en tu plegaria
y subiste por el gólgota a su fuego.
La frontera final de la esperanza
a tientas en la noche, oscura noche
llegó por fin tu paz, “todo es ya gracia”.
Jacinto Herreras
Veo que eras un gran admirador y seguidor de aquel gran hombre que se llamó José Luis Martín Descalzo. Yo también le admire y le segui cuando estuvo de corresponsal del diario Ya (creo recordar) en El Concilio Vaticano II. Yo estaba en el Seminario y diariamente leíamos sus crónicas. Despues le conocí en el Seminario de Valladolid, pero sobretodo le escuche muchos sermones desde el púlpito de la Iglesia de Santiago de Valladolid, los domingos en misa de 1. Era una gozada escucharle. Luego he leido algunos libros de él... En fin que a mi me dejó un gratísimo recuerdo y senti mucho su muerte.