Recuerdos de mi adolescencia
Si una imagen vale más que mil palabras, el recuerdo juvenil, es mantener viva la ilusión de saber la procedencia de donde venimos. Es como representar la película mental, que persiste en la memoria, las imágenes que guardamos como un tesoro en nuestro subconsciente, para toda nuestra vida.
Las vivencias con los amigos de la niñez, siempre nos acompañan. (lo comentamos Paco Bayón y yo, como el dice: recordar nuestras andanzas, nuestras pícias que hacíamos, como haber comido las pelusas a su madre, comentarlo nos sabe a teta). Están presentes las calles, las piedras que pisábamos, La Iglesia con la torre, donde subíamos a repicar las campanas. Las campanas… como una llamada espiritual, tristes cuando se tocaban en algún funeral, o alegres en las fiestas con la misa y las procesiones. Luego los paseos por la carretera. Las mozas en grupo, ¡Ay las mozas…luego en el baile, las pedíamos un baile y teníamos que esperar el turno! Aquella alegría de la juventud… Poder bailar un pasodoble con la forastera, “la única forma de aproximación a una chica, en aquellos tiempos”. (Recuerdo las grandes orquestas que llevaban a Torrelobatón, con el baile en la plaza).
En Adalia, mentar gratamente a Aquilino, quien me dio mi primer sueldo. Un hombre bueno, le recuerdo que paseaba con la chaqueta sobre los hombros silenciosamente. En un lejano verano, hicimos juntos las faenas de su cosecha. Salíamos a carrear con aquel remolque grande y pesado, con las dos mulas siempre dispuestas, que tiraban de el. Nosotros sentados en el estante con sueño, dando saltos por las piedras del camino. Alumbrados por la luna, como un faro brillante para recoger la mies. Después, el sol calentaba la trilla y, cantando en el trillo, en aquel ruedo interminable… Una frase que él decía, siempre la recuerdo graciosamente, cuando íbamos a recoger el hato, yo le advertía por si nos olvidarnos de algo, Aquilino respondía: - ¡Jacinto, de lo que llevamos no!.
En el 1961 fuimos a Torre, a ver el rodaje de la película histórica “El Cid” de Anthony Mann. Ver a Charlón Heston, Raf Valone y, la gran belleza de Sofía Loren en aquella producción de los estudios Bronston, era un acontecimiento desacostumbrado en aquella explanada del Cristo. (Cerca de Grimata) creo que los que lo contemplamos nos dejó algo inolvidable en la retina, aquellos enormes focos, en pleno día, para iluminar las escenas en que tantos Torreños haciendo de extras, representando una batalla, en medio de la paz de las gentes campesinas, frente a la fortaleza del castillo.
En fin, mi adolescencia, como la de muchos otros, es bueno recordarla en esta breve semblanza. La gente sencilla que un día salimos a conocer el mundo, como en mi caso. (Tirando una moneda al aire, en la estación de Valladolid, para ver donde sacar el billete). No como un desertor del arado, más bien, como un loco soñador, al borde de ningún sitio. Es para sentirse orgulloso de ser castellano. Ser castellano es más que ser de castilla, porque allí aprendimos a ser hombres de bien, que es lo mismo que ser buenas personas.
Jacinto Herreras Martín
Si una imagen vale más que mil palabras, el recuerdo juvenil, es mantener viva la ilusión de saber la procedencia de donde venimos. Es como representar la película mental, que persiste en la memoria, las imágenes que guardamos como un tesoro en nuestro subconsciente, para toda nuestra vida.
Las vivencias con los amigos de la niñez, siempre nos acompañan. (lo comentamos Paco Bayón y yo, como el dice: recordar nuestras andanzas, nuestras pícias que hacíamos, como haber comido las pelusas a su madre, comentarlo nos sabe a teta). Están presentes las calles, las piedras que pisábamos, La Iglesia con la torre, donde subíamos a repicar las campanas. Las campanas… como una llamada espiritual, tristes cuando se tocaban en algún funeral, o alegres en las fiestas con la misa y las procesiones. Luego los paseos por la carretera. Las mozas en grupo, ¡Ay las mozas…luego en el baile, las pedíamos un baile y teníamos que esperar el turno! Aquella alegría de la juventud… Poder bailar un pasodoble con la forastera, “la única forma de aproximación a una chica, en aquellos tiempos”. (Recuerdo las grandes orquestas que llevaban a Torrelobatón, con el baile en la plaza).
En Adalia, mentar gratamente a Aquilino, quien me dio mi primer sueldo. Un hombre bueno, le recuerdo que paseaba con la chaqueta sobre los hombros silenciosamente. En un lejano verano, hicimos juntos las faenas de su cosecha. Salíamos a carrear con aquel remolque grande y pesado, con las dos mulas siempre dispuestas, que tiraban de el. Nosotros sentados en el estante con sueño, dando saltos por las piedras del camino. Alumbrados por la luna, como un faro brillante para recoger la mies. Después, el sol calentaba la trilla y, cantando en el trillo, en aquel ruedo interminable… Una frase que él decía, siempre la recuerdo graciosamente, cuando íbamos a recoger el hato, yo le advertía por si nos olvidarnos de algo, Aquilino respondía: - ¡Jacinto, de lo que llevamos no!.
En el 1961 fuimos a Torre, a ver el rodaje de la película histórica “El Cid” de Anthony Mann. Ver a Charlón Heston, Raf Valone y, la gran belleza de Sofía Loren en aquella producción de los estudios Bronston, era un acontecimiento desacostumbrado en aquella explanada del Cristo. (Cerca de Grimata) creo que los que lo contemplamos nos dejó algo inolvidable en la retina, aquellos enormes focos, en pleno día, para iluminar las escenas en que tantos Torreños haciendo de extras, representando una batalla, en medio de la paz de las gentes campesinas, frente a la fortaleza del castillo.
En fin, mi adolescencia, como la de muchos otros, es bueno recordarla en esta breve semblanza. La gente sencilla que un día salimos a conocer el mundo, como en mi caso. (Tirando una moneda al aire, en la estación de Valladolid, para ver donde sacar el billete). No como un desertor del arado, más bien, como un loco soñador, al borde de ningún sitio. Es para sentirse orgulloso de ser castellano. Ser castellano es más que ser de castilla, porque allí aprendimos a ser hombres de bien, que es lo mismo que ser buenas personas.
Jacinto Herreras Martín