Una
fuente, rematada por una farola, contribuye a poner en el ambiente de fuga y de prisas una serenidad de
parque provinciano. Hay un
mirador casi tapiado, de
colores vivos, en donde un aire agobiado entre los ruidos de los
coches que pasan, busca la posible melancolía olvidada por un sol de domingo. En el
balcón alto de una
casa cercana, mal protegido por una tela metálica rota, zurea un
palomar. Y al balcón se asoman unas cuantas palomas, para impregnar, con su ritmo blanco y casi conventual,
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