La carretera pasa, desconchando las fachadas con su prisa, ciñéndose a las casas, que burlan ágilmente su embestida. Pero la calma se dilata, se remansa, brindando sugerencias para el sosiego, en la placita en donde la torreta metálica del ayuntamiento es el tabernáculo del que alguien ha bajado la cruz de piedra que descansa en el centro. También la calma forja, a la manera de un paseo, en los alrededores de la iglesia. La torre, sólida y juncal, espera la embestida...