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QUINTANILLA DE ONESIMO: Quintanilla era el olor exquisito que despedían las...

Quintanilla era el olor exquisito que despedían las cocinas, las glorias o los hornos de las panaderías, a piñas y sarmiento, cocinando sopas de ajo o cociendo sangre recién sacada del toro que se acababa de matar en el matadero, parte de la cual se veía bajar hacia el río por el reguero que pasaba junto al lavadero y entraba en el río un poco más abajo de donde se situaban las lavanderas que, con sus tablas de madera con la superficie ondulada y dos patas, utilizaban el río para lavar la ropa de la casa.

También era el olor del trigo recién trillado en la era por niños sentados en una tabla con clavos y que era arrastrada por un mulo, mezclado con el olor de ese humo y con la presencia inherente de los mulos y las vacas. Esos olores entremezclados imbuían a todo el pueblo de una sensación acogedora.

Pero si Quintanilla resaltaba por algo todavía más especial era por su silencio. El silencio que reinaba en las calles en las cuales uno podía escuchar sus propias pisadas, sólo roto por el piar de las gráciles golondrinas y el crotoreo de las cigüeñas sobre el campanario de la iglesia y con la vieja olma como testigo en el centro de la Plaza Mayor, el pregonero con sus elocuentes avisos o por el silbido de las máquinas de tren de vapor que llegaban a la estación, aromatizada con unas estupendas moreras y con la creosota con la que se trataban los travesaños de madera de las vías para protegerlos de las inclemencias del tiempo. Entre esas máquinas destacaba la Mikado, estrella de los trenes de largas distancias de la época.

Otros aromas menos fáciles de extenderse por el ambiente, pero no por ello menos intensos, eran el de los zumos de uva recién cogida en el majuelo, de los piñones, de los pepinos, de los melones, de la leche de vaca recién ordeñada y de la miel, entre otros.

Algunas de estas sensaciones todavía se pueden sentir en Quintanilla, y también, como los tiempos cambian desde siempre, se descubren sensaciones nuevas que, aunque nunca podrán sustituír a las de antaño, le confieren al pueblo una riqueza especial; por todo eso lo visitamos, y porque Quintanilla es mucho más, sus gentes, su entorno, su clima, sus fiestas, su historia...