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RUEDA: CUANDO LA NOCHE TE EMBARCA SIN DEJAR NUNCA TU TIERRA...

CUANDO LA NOCHE TE EMBARCA SIN DEJAR NUNCA TU TIERRA

Era una noche del mes de abril del año 1946, tres personas caminaban por el camino Ruedangosto, llevaban dos burros con sus albardas, y sobre ellas dos sacos también llamados talegas de trigo, tapados con una manta cada uno, de pronto un alto seco y rotundo se dejo escuchar, en la mitad del camino, en aquel lugar donde el estraperlo se movía con bastante fluidez sin dejar apenas rastro, y que nadie jamás pisaba por la noche, pero que en los tiempos del estraperlo, se hizo que fuera una vía hacia la salida del molino, que existía en la localidad de Rueda, donde momentos después el trigo se molía, y luego se haría aquel pan candeal, que tanto hambre quito a las gentes de Castilla. El alto era pronunciado por la guardia civil, que estando de servicio, controlaba la movilidad de las gentes de aquella comarca castellana, El primer agente que era el cabo de guardia, pregunto a las tres personas, donde se dirigían, a lo que contestaron que iba a Rueda a ver a un familiar que estaba enfermo, el cabo no intento registrar lo que iba debajo de las mantas del campo, sabia de sobra que eran pequeños agricultores, que solían ir al molino allí existente, para poder disponer de un poco más de pan que el que les daba el racionamiento. El segundo guardia civil, en el silencio de la noche les dijo a voz bajita, que tengáis suerte al moler no sea que el molinero os quite la mitad del grano. En aquellos momentos las tres personas se quedaron casi sin aliento, y sin saber que decir, aunque uno de los tres caminantes conocía de sobra aquel guardia, ye que alguna vez había jugado con el a las cartas, y se ve que por eso o por que no querían hacer más daño a la pobre gente que se quitaba de dormir, y se dirigían a poder moler un poco del trigo de su cosecha, que no habían entregado al servicio nacional del trigo. Y que a veces algún molinero, les restaba parte de sus granos, por eso el guardia les soltó aquella frase que en realidad era cierta. La noche fue serena y sin mucho frío, la vuelta hacia su localidad, era un perfecto silencio, que trataron de guardar hasta llegar a sus hogares, aunque no volvieron por el camino Ruedangosto, si no por otro que estaba más alejado de la carretera, y que terminaba en el Camino Hondo, para evitar no encontrarse con la pareja de la guardia civil, que pudiera cambiar de idea y requisarles la mercancía, que en aquellos momentos era tan preciada, por ser unos años de verdadera escasez.