Monumentos:
Figura por derecho propio en la Historia del Arte. Este pueblo, pequeño y parecido a tantos otros diseminados en la comarca, guarda una joya arquitectónica de inestimable valor: su iglesia mozárabe del siglo X. Se dice que fueron unos religiosos huidos de la morisma de Córdoba quienes construyeron esta iglesia, hoy parroquia del pueblo.
El edificio fue construido admirablemente. La obra es de mampostería, sillarejo y ladrillos, de aspecto compacto y un poco apelmazado, que da desde lejos esa sensación de horizontalidad, propia de su estilo. La perfección de sus capiteles es superior a todo lo que se conocía entonces. El suelo, una vez levantada la tarima que lo cubría, es ahora de piedra, como en sus orígenes. Columnas, arcos de herradura y techumbre de madera, han salido a la luz después de despojarlas de las compactas masas de yeso que las cubrían.
En los tres altares hay imágenes de considerable valor artístico: La Asunción, labrada en alabastro por Inocencio Berruguete; San Antón, recio y elemental, cuyas trazas recuerdan a Alonso, el Gran Berruguete, y el Cristo Yacente, a sus pies, encerrado en una urna de cristal y en todo parecido a los de Gregorio Fernández.
En el atrio, a través de las acacias, es posible contemplar todavía la fachada y las tapias del huerto de lo que fue el Convento de las Dominicas, fundado en 1305 por doña Teresa Téllez de Meneses, y no lejos de aquí, la ermita donde, bajo la advocación de Cristo de los Pobres, se rinde culto a un crucificado muy emotivo.
Y guarda también algo no menos importante: un excelente sentido del humor y un talante hospitalario que le honra.
El edificio fue construido admirablemente. La obra es de mampostería, sillarejo y ladrillos, de aspecto compacto y un poco apelmazado, que da desde lejos esa sensación de horizontalidad, propia de su estilo. La perfección de sus capiteles es superior a todo lo que se conocía entonces. El suelo, una vez levantada la tarima que lo cubría, es ahora de piedra, como en sus orígenes. Columnas, arcos de herradura y techumbre de madera, han salido a la luz después de despojarlas de las compactas masas de yeso que las cubrían.
En los tres altares hay imágenes de considerable valor artístico: La Asunción, labrada en alabastro por Inocencio Berruguete; San Antón, recio y elemental, cuyas trazas recuerdan a Alonso, el Gran Berruguete, y el Cristo Yacente, a sus pies, encerrado en una urna de cristal y en todo parecido a los de Gregorio Fernández.
En el atrio, a través de las acacias, es posible contemplar todavía la fachada y las tapias del huerto de lo que fue el Convento de las Dominicas, fundado en 1305 por doña Teresa Téllez de Meneses, y no lejos de aquí, la ermita donde, bajo la advocación de Cristo de los Pobres, se rinde culto a un crucificado muy emotivo.
Y guarda también algo no menos importante: un excelente sentido del humor y un talante hospitalario que le honra.