"Si valiese dar por la muerte oro o piedras preciosas, ningunos males pudieran acabar las vidas de los reyes; mas, pues una misma suerte derriba todas las cosas mortales, ni el premio puede rescatar a los reyes de muerte, ni el lloro a los pobres; por esto, señora mia, no pudiendo vencer la muerte viendote acabada, no puedo mas que encomendarte a los santos que te amparen para que, cuando la cruel llama viniere el dia del juicio a quemar el mundo, resucites confiada en compañia de ellos.Queda, pues, con Dios, mi muy amada Reciberga, y recibe de buena voluntad este enterramiento que yo el rey Chindasvinto de doy".