Tenía yo siete u ocho años, podía ser año 1.956.
Aquel día mi padre Félix, en San Román Feliche, quiso que le acompañara en lo que para mí era viaje de turismo.
Salimos de nuestra residencia la casilla del canal con el carro de vacas, arrastrado por la Rubia y la Garbosa, por el camino ancho dirección a Castronuño. Nada más bajar la cuesta del puente del canal mi padre dijo: Vete y coge aquella sandía, apuntando hacia un melonar que teníamos a medias con Severo Antonio, me dirigí hacia la sandía indicada la traje hacia el carro y la dejé sobre las tablas del piso.
Llegamos a la raya del término con Castronuño continuamos hasta encontrarnos con el río Duero. Allí, mi padre se puso delante de las vacas, el ganado entendía que debían seguirle y yo permanecí sentado en la parte trasera del carro, como él me había dicho. Tomó dirección por el talud del río en oblicuo hacia la derecha en busca de aquello que entre gente de la zona llamaban el vado del río. Momento que la sandía rodó por el carro saliendo por la parte delantera por supuesto vimos cuando se partió al caer, que madura si estaba. Se mantuvo delante del ganado otros metros, y se pasó a dirigir subido en el carro. Aquel vado del río en aquel momento, no cubría al ganado más de la altura de sus rodillas, había muy poca corriente y no existía peligro ninguno, llegados al otro lado, aprovechó para la subida lo que era el embarcadero del Tejar de Villafranca. Una vez al otro lado nos esperaba Manolo (el padre de mi primo Gilos el del taller), con un carro con unos sacos de algarrobas, que él sembraba y producía. Pasaron los sacos de un carro a otro y regresamos con aquel alimento tan preciado para ganado vacuno que Manolo solía producir para vender a Feliche.
Así era la vida, hace 58 ó 60 años.
Un saludo de Laureano.
Aquel día mi padre Félix, en San Román Feliche, quiso que le acompañara en lo que para mí era viaje de turismo.
Salimos de nuestra residencia la casilla del canal con el carro de vacas, arrastrado por la Rubia y la Garbosa, por el camino ancho dirección a Castronuño. Nada más bajar la cuesta del puente del canal mi padre dijo: Vete y coge aquella sandía, apuntando hacia un melonar que teníamos a medias con Severo Antonio, me dirigí hacia la sandía indicada la traje hacia el carro y la dejé sobre las tablas del piso.
Llegamos a la raya del término con Castronuño continuamos hasta encontrarnos con el río Duero. Allí, mi padre se puso delante de las vacas, el ganado entendía que debían seguirle y yo permanecí sentado en la parte trasera del carro, como él me había dicho. Tomó dirección por el talud del río en oblicuo hacia la derecha en busca de aquello que entre gente de la zona llamaban el vado del río. Momento que la sandía rodó por el carro saliendo por la parte delantera por supuesto vimos cuando se partió al caer, que madura si estaba. Se mantuvo delante del ganado otros metros, y se pasó a dirigir subido en el carro. Aquel vado del río en aquel momento, no cubría al ganado más de la altura de sus rodillas, había muy poca corriente y no existía peligro ninguno, llegados al otro lado, aprovechó para la subida lo que era el embarcadero del Tejar de Villafranca. Una vez al otro lado nos esperaba Manolo (el padre de mi primo Gilos el del taller), con un carro con unos sacos de algarrobas, que él sembraba y producía. Pasaron los sacos de un carro a otro y regresamos con aquel alimento tan preciado para ganado vacuno que Manolo solía producir para vender a Feliche.
Así era la vida, hace 58 ó 60 años.
Un saludo de Laureano.