Nuestra más famosa leyenda cuenta que, en tiempos de Ramiro I, allá por el siglo IX, el emir Abderramán II se haría regalar cien doncellas cristianas, tocando a la Villa de
Simancas entregar siete de ellas, las cuales, en un arranque extraordinario de valor, quisieron burlar el tributo cortándose una de las manos.
Presentadas las muchachas a Abderramán II, dicen que dijo: "Si mancas me las dais, mancas no las quiero".
Por libarse de paganos, las siete doncellas mancas se cortaron sendas manos y las tienen los cristianos por sus armas en Simancas.