TORDESILLAS EN SUS FIESTAS
Eran los años de 1963, aquel joven venido de la Castilla Profunda, en el martes más famoso de todo el año en Tordesillas, llegó con su bicicleta, para pasar un día inolvidable. En la calle de San Pedro, en un portal grande, y donde residía un amigo de hacía años, que con él y su pandilla, de amigos y amigas, pasaron una fiesta de las que jamás se olvidan, Aquel joven con dieciocho años, y muchas ganas de divertirse, se relacionaba con una joven de Tordesillas, que durante algún tiempo la tuvo en su mente metida, sin pensar que el futuro nunca le escribe el propio sujeto, y fechas después su emigración forzosa, se hizo una realidad cotidiana, marchando a otras tierras de España, pero ya nunca este joven olvidaría, sus martes tan bonitos y lúcidos, años después, volvió de nuevo a Tordesillas, con un amigo de la infancia, para poder sentir aquella fiesta, donde los caballos y las lanzas, eran como un recuerdo de amores juveniles, de sueños perdidos a las orillas del Duero, de canciones y caricias sin ninguna maldad, tan solo el recuerdo era su mejor aliado, pasados unos veinte años, aquel joven volvió en el martes de la gran fiesta de Tordesillas, volvió a su fiesta, eso sí, esta vez con su hijo, que se enamoró de aquel ambiente castellano, donde el paisaje y el conocer nuevas personas le llenaron de felicidad. El año de 1998, esa fecha del segundo martes de septiembre, le paso de nuevo en Tordesillas, esta vez con su padre, que siendo una persona con 86, años vivía esta fiesta desde niño, y que aquel año fue el último que pudo visitar, y disfrutar de aquel ambiente que llevaba metido muy dentro. El año siguiente, desde el Hospital de Medina del Campo, el padre estando muy enfermo preguntaba, hoy teníamos que estar en Tordesillas, y estamos aquí esperando que la vida se termine, sin esperar nada a cambio. La nostalgia del padre de aquel joven ya mayor, se le vinieron a los ojos, y soltó unas lágrimas que cayeron por sus mejillas, mientras aquel joven ya mayor, le animaba para poder superar aquel tiempo de enfermedad pulmonar, donde el tabaco le había dejado machacado, y tan solo le quedaban ganas de recordar sus fechas de diversión. Tordesillas era un lugar que el anciano tenía en su vida, como si fuera su propia villa, pero las fiestas terminan, a veces antes de lo que uno puede suponer, lo que el ser humano no comprende. Es el último viaje cuando te pueden llamar para realizarle, cuando las fuerzas te flaquean, y solo el viaje a lo desconocido, que te prepara la Madre Naturaleza, es el compañero de tu mente llena de recuerdos, que pronto pasaran al olvido. Días más tarde el anciano abandonada este mundo, y en el día de su marcha, alguien recordó a su afición a la fiesta grande de Tordesillas, y a los ratos tan buenos pasados, en aquella localidad vallisoletana, Los recuerdos como los amores, se guardan en el alma, y nos llegan con candores para poder darnos calma. Tordesillas no se olvida, cuando sientes su llamada, no es la batalla perdida de una bonita jornada. Sombras corren por la Vega, no sé si de madrugada, el recuerdo se despliega viendo su ruta encantada. G X Cantalapiedra. 24 – 3 – 2020.
Eran los años de 1963, aquel joven venido de la Castilla Profunda, en el martes más famoso de todo el año en Tordesillas, llegó con su bicicleta, para pasar un día inolvidable. En la calle de San Pedro, en un portal grande, y donde residía un amigo de hacía años, que con él y su pandilla, de amigos y amigas, pasaron una fiesta de las que jamás se olvidan, Aquel joven con dieciocho años, y muchas ganas de divertirse, se relacionaba con una joven de Tordesillas, que durante algún tiempo la tuvo en su mente metida, sin pensar que el futuro nunca le escribe el propio sujeto, y fechas después su emigración forzosa, se hizo una realidad cotidiana, marchando a otras tierras de España, pero ya nunca este joven olvidaría, sus martes tan bonitos y lúcidos, años después, volvió de nuevo a Tordesillas, con un amigo de la infancia, para poder sentir aquella fiesta, donde los caballos y las lanzas, eran como un recuerdo de amores juveniles, de sueños perdidos a las orillas del Duero, de canciones y caricias sin ninguna maldad, tan solo el recuerdo era su mejor aliado, pasados unos veinte años, aquel joven volvió en el martes de la gran fiesta de Tordesillas, volvió a su fiesta, eso sí, esta vez con su hijo, que se enamoró de aquel ambiente castellano, donde el paisaje y el conocer nuevas personas le llenaron de felicidad. El año de 1998, esa fecha del segundo martes de septiembre, le paso de nuevo en Tordesillas, esta vez con su padre, que siendo una persona con 86, años vivía esta fiesta desde niño, y que aquel año fue el último que pudo visitar, y disfrutar de aquel ambiente que llevaba metido muy dentro. El año siguiente, desde el Hospital de Medina del Campo, el padre estando muy enfermo preguntaba, hoy teníamos que estar en Tordesillas, y estamos aquí esperando que la vida se termine, sin esperar nada a cambio. La nostalgia del padre de aquel joven ya mayor, se le vinieron a los ojos, y soltó unas lágrimas que cayeron por sus mejillas, mientras aquel joven ya mayor, le animaba para poder superar aquel tiempo de enfermedad pulmonar, donde el tabaco le había dejado machacado, y tan solo le quedaban ganas de recordar sus fechas de diversión. Tordesillas era un lugar que el anciano tenía en su vida, como si fuera su propia villa, pero las fiestas terminan, a veces antes de lo que uno puede suponer, lo que el ser humano no comprende. Es el último viaje cuando te pueden llamar para realizarle, cuando las fuerzas te flaquean, y solo el viaje a lo desconocido, que te prepara la Madre Naturaleza, es el compañero de tu mente llena de recuerdos, que pronto pasaran al olvido. Días más tarde el anciano abandonada este mundo, y en el día de su marcha, alguien recordó a su afición a la fiesta grande de Tordesillas, y a los ratos tan buenos pasados, en aquella localidad vallisoletana, Los recuerdos como los amores, se guardan en el alma, y nos llegan con candores para poder darnos calma. Tordesillas no se olvida, cuando sientes su llamada, no es la batalla perdida de una bonita jornada. Sombras corren por la Vega, no sé si de madrugada, el recuerdo se despliega viendo su ruta encantada. G X Cantalapiedra. 24 – 3 – 2020.